18 septiembre, 2016

Homo pragmaticus


El pragmatismo no es una corriente filosófica, pero sí una vía anchurosa del pensamiento. En política, obedece a tomar decisiones no en base a ideologías o doctrinas rígidas u ortodoxas, sino a criterios amplios, heterodoxos, no historicistas ni deterministas, sino más bien prácticos, funcionales.

El pragmático político analiza lo que funciona en un contexto y tiempo determinado. Toma decisiones en base a resultados, a lo que considera es mejor para conducir la nave al puerto deseado.

En lugar de analizar las ideas, los postulados o su raíz política y su grado de cercanía, convergencia o distanciamiento, el pragmático prefiere centrarse en el estudio concreto de las circunstancias.

No tiene rivales permanentes –tipo capitalistas versus comunistas o izquierdistas versus derechistas–. Sus diferencias son solo temporales, mientras dure la lucha política electoral, por ejemplo. 

Entendiendo esto,  no es raro que llegue a acuerdos con sus adversarios. El pragmático se pregunta primero qué necesita para gobernar, antes que a quién. Su palabra favorita es: Gobernabilidad.

Puede formar una coalición política sin firmar documento alguno, o sin que se note en el debate, si llega a la conclusión que necesita una mayoría para gobernar. Así, puede ceder organismos como la Defensoría del Pueblo, la Sunat o más, si considera que eso ayuda al bien mayor: llevar adelante su plan de gobierno.

Todo entra en el juego de las conversaciones políticas a la hora de formar un acuerdo o coalición. Aún cuando en la práctica nadie hable de acuerdos o coaliciones, bien sabemos que éstas pueden formarse por coincidencias o cercanías programáticas, o en base a la pragmática distribución de puestos públicos.

No es un toma y daca. O una repartija. No. Es pragmatismo duro y puro. El resultado simple y racional de una forma de pensar y actuar: no hay experiencia del pasado que valga. Toda experiencia es nueva, pertenece a un tiempo determinado y cambiará con seguridad en un futuro próximo.

El pragmático vive el momento. Es el Carpe Diem de la política. Vive de la acción y los resultados en tiempo presente. No del pasado y su visión determinista y/o pesimista.

Siendo el presente su fortaleza es al mismo tiempo su mayor debilidad. El homo pragmaticus absoluto puede incubar y desarrollar una cierta incapacidad para prever lo que ocurrirá en el largo plazo. De tanto mirar siempre el momento que vive, puede desarrollar una miopía que le impida ver a la distancia, en un futuro cercano, las consecuencias de sus acciones presentes. 



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