22 octubre, 2017

La China Teduela


La sátira, la comedia, el chiste y la más corrosiva burla, han estado ligadas siempre a una trinchera política. Más aún en nuestro medio. Los periódicos, pasquines y líbelos de la etapa colonial e independentista han cargado las tintas contra el poder.

La caricatura expresada en imágenes o textos eran y son armas ideológicas, verdaderos arietes de trincheras políticas de uno y otro lado. El medio usado para combatir, desde las páginas impresas y ahora digitales, es la burla, el ridículo o el ataque feroz. Eso no ha cambiado. 

A nadie debiera sorprenderle que esa vena se conserve hasta nuestros días. 

La China Tudela Loveday, forma parte de ese torrente corrosivo de la sátira peruana. Nos gusten o no, sus comentarios no son menos urticantes que los usados por otros autores en diversas etapas de nuestra historia.

El humor es un estado del alma. Es inherente a la naturaleza humana. Aunque se nutre de la realidad, el humor es ficción, creación y  re-creación.

La caricatura por definición exagera ciertos rasgos o características de la persona, los deforma o distorsiona para generar ese efecto hilarante, tan humano como monstruoso.

La China Tudela puede que se haya ajado con el tiempo —hoy somos menos tolerantes a la burla en todo sentido—, pero una cosa es negarse a consumir su producto y otra muy distinta proponer su censura.

Lo de Rafo León es sátira política, humor político, prueba ácida de cualquier sistema democrático. No se denigra a la persona, sino a lo que representa, en este caso, al político.

La China Tudela es la expresión y encarnación exagerada de frivolidad y comportamiento disforzado, que difícilmente encontraremos hoy en algún grupo social, yo sé que tú me entiendes.

A través de sus creaciones de ficción, el autor encarna un personaje para actuar como la conciencia crítica de la sociedad ante la clase política, especialmente de los que detentan el poder.

No es una postura neutra. Todo lo contrario. Se acomoda en una trinchera política absolutamente personal, por lo que la sátira al igual que la caricatura o la ilustración política, como género periodístico, se encuentra dentro del rubro opinión.

Así como lo grotesco se combina con el ingenio para crear la caricatura, lo mordaz  e irreverente se mezcla con lo político para crear la sátira política.

La sátira buscará siempre criticar, censurar, ridiculizar a personas, instituciones o situaciones por la función que cumplen, empleando recursos que van desde la risa a la burla y hasta la indignación.

La mejor receta para que los políticos estén vacunados contra la sátira es no tomársela en serio. Censurar un texto de ficción o un dibujito, como señala Caretas, es no solo no tener correa, sino exagerar temerariamente la nota hasta pedir la censura no solo del autor, sino del medio.

Respirar profundo y tranquilidad. Situaciones humorísticas, alucinantes, espeluznantes o exasperaciones expresivas habrá siempre. La burla, la mofa, supone desprecio. Por eso, la mordacidad corroe y el sarcasmo desespera.

Los tiempos, es cierto, han cambiado, pero el espíritu burlesco del satiricón nos seguirá zumbando hasta el fin de los días. ¿La China Tudela te irrita, no te gusta?... ¡No la leas!




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