Tecnología vs investigación
El periodismo es una industria y como tal, desde el lado de la producción, está ligado al desarrollo industrial. La invención del tipo móvil en la imprenta inició la producción en masa del proceso de difusión de ideas. De la impresión de la biblia a los primeros libros, no pasó mucho tiempo para que las noticias se produjeran en cantidades industriales. Las máquinas aceleraron la fabricación de periódicos y luego con la era moderna se extendió y profesionalizó el servicio de venta, distribución y publicidad de los medios.
La nueva era de las tecnologías de la información siguen impactando e innovando el periodismo. Los buscadores de información ayudan en la producción de contenidos. Hay, incluso, una nueva especialidad periodística basada en la búsqueda, análisis y procesamiento de información contenida en múltiples plataformas on line, creíbles y serias: el periodismo de datos. Lo que no ha cambiado —ni lo hará— es el valor de la veracidad, el procedimiento obligatorio, deontológico, ético, de contrastación de la fuente, la búsqueda de equilibrio informativo, la imparcialidad y objetividad que tienen o deben tener las noticias.
La automatización de la información no puede reemplazar la esencia misma del periodismo que es la búsqueda de la verdad. Tecnología sin ética es avance, pero no desarrollo, ni personal ni social. El ejemplo del proceso de modernización del The Washington Post puede ayudar a entender este tema. Hace cinco años, el diario fundado en 1877 fue comprado por el magnate de Amazon, Jeff Bezos. El hombre que inventó una nueva forma de vender libros por internet inició, entonces, el proceso de modernización y transformación digital del legendario periódico. Entre sus periodistas figura Bob Wodward, el mítico periodista de investigación quien junto a Carl Bernstein destapó el CasoWatergate.
Bezos ha hecho una millonaria inversión para colocar al Post en la era digital. Y lo ha conseguido. Hoy el legendario diario norteamericano ha recobrado su crecimiento apostando por una fuerte revolución tecnológica. Pero, al mismo tiempo, ha recuperado prestigio, reputación, credibilidad de marca, apoyando el trabajo de sus periodistas de investigación que tienen hoy todas las herramientas necesarias —incluidas las tecnológicas— para hacer su trabajo.
Las Fake News
El verdadero peligro que enfrenta el periodismo digital no es la automatización de las noticias, sino su credibilidad. Puede que los robots avancen en la identificación, desarrollo y redacción del “qué”, “quién”, “cuándo” y “dónde”, pero el “por qué” y “cómo” es todavía un coto reservado para la interpretación humana. Los optimistas dicen que siempre se necesitará un editor para contar una historia. Los pesimistas señalan que no por mucho tiempo más. En todo caso, en el terreno de la información profusa que existe en el internet, existe una nueva modalidadse que amenaza el flujo informativo, al punto que ha alertado a diversos gobiernos y entidades públicas y privadas del mundo: las fake news.
Los acontecimientos políticos más importantes —Brexit, elecciones en Catalunya, Estados Unidos—han sido contaminados por esta nueva amenaza del periodismo, como especialidad, pero de la sociedad en general; una forma viralizada de escalar noticias abiertamente mentirosas o no reales. Una fake news es una información falsa, engañosa, distorsionada intencionalmente con el objeto de causar daño reputacional.
En Europa, a raíz de campañas electorales y casos de consulta ciudadana en los cuales aparecieron noticias que perturbaron dichos procesos, se tuvo que nombrar una comisión especial para estudiar este fenómeno y establecer recomendaciones que, en ningún caso, pasaron por leyes reglamentaristas o que signifiquen un límite a la libertad de expresión. Lo que la comisión de expertos encontró fue que el problema central de las noticias falsas se encuentra en su corazón: los datos.
Los datos son el material de base con el cual el periodismo construye la información. Si estos no corresponden con la realidad, entonces, lo que conviene es corregir la información de manera rápida y eficiente. Esto ha hecho que surja un nuevo tipo de profesional dedicado al “fact-checking”; es decir, a la verificación y al estudio de la desinformación. Por ahora, son grupos independientes de periodistas u otros profesionales que confrontan los datos —con ayuda de la tecnología, el periodismo de datos o el datamining—, para verificar su autenticidad. Por la salud del periodismo, deberán ser las propias empresas periodísticas las que especialicen a sus profesionales en chequear, detectar, escudriñar y aclarar noticias falsas.
Los Fact-Checkers
El otro detalle con la difusión masiva de noticias irreales es su viralidad; y eso se debe a que detrás de ellas hay algoritmos —pequeños demonios convertidos en fórmulas matemáticas—que las hacen crecer de manera exponencial. Estos algoritmos seleccionan la información y la disparan a la estratósfera virtual, aumentando su visibilidad. Algo que deberían aprender las noticias auténticas.
Si bien la comisión europea concluyó que la desinformación a escalas siderales es un problema, no tuvo el mismo convencimiento para identificar sus causas, el nivel de impacto, las estructuras de amplificación o los intereses asociados a este fenómeno. Señaló, en cambio, que se trata de un problema multifacético, sin una sola causa potencial y, por lo tanto, con varias aristas en su solución.
Por lo tanto, la manera de enfrentar las fake news va más por apoyar o promover medios informativos independientes o grupos de profesionales expertos en verificación de datos que hagan uso de fuentes confiables y que a su vez tengan un rápido acceso a los medios multiplataforma. En otras palabras, crear una comunidad de fact-checkers —al interior de los medios o independiente de ellos— parece ser el mejor camino por ahora para mejorar la credibilidad y reputación de las noticias que circulan en la red.
Las oficinas públicas y las instituciones privadas tienen aquí el reto enorme de mantener equipos bien afiatados que compartan información y que tengan una relación fluida con las principales compañías tecnológicas para estimular etiquetas de verificación en artículos. En España nacieron, por ejmplo surgieron “Maldita Hemeroteca” y “Maldito Bulo”, dos organizaciones privadas dedicadas a cazar noticias falsas. Pero no solo noticias, sino todo tipo de información que no cumpla con los estándares de veracidad; esto incluye memes, whatsups, posts o cualquier otra pieza digital que navegue el la red y que se viralice.
Aquí en el Perú empezamos a tener ONGS de periodistas que van por ese camino. Periodismo de investigación, de datos. RPP tiene una sección semanal para analizar si las declaraciones de sus entrevistados son verdad, mentira o medias verdades. El Comercio también dedica un espacio —La posverdad de la política— para escudriñar las declaraciones de los políticos y calificar sus declaraciones de verdaderas, falsas o imprecisas. Son avances. Nuevas formas de enfrentar la desinformación. En una era de vértigo informativo, lo más sensato es tomarse un tiempo para meditar, analizar y discernir lo que existe en la red. Porque, como dijo Marco Aurelio, hace cientos de años, todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Y todo lo que vemos es una perspectiva, no la verdad.