26 marzo, 2023

El Estado calato

Las emergencias desnudan el país. Antes fue la pandemia, hoy es el cambio climático. Las lluvias torrenciales, los desbordes del río y las inundaciones que se llevan cultivos y poblados enteros nos han dejado nuevamente al Estado en cueros. Tenemos un Estado calato.

Estos fenómenos naturales son recurrentes en nuestro país. Somos un país tropical, atemperado por el anticiclón del Pacífico y la corriente fría del Humboldt, que cada cierto tiempo, invariablemente, soporta el fenómeno de El Niño o La Niña, que nos visita y nos devasta.

Lo sabemos, pero una y otra vez asistimos, inermes, a su cíclico efecto.

Los responsables son la pobreza, pero también, la codicia, el despilfarro y la corrupción.

La pobreza, porque las migraciones humanas expulsadas del interior del país lo hacen porque no tienen otra opción. Vienen a la capital en busca de un porvenir, una esperanza de vivir mejor. Lo que encuentran es el arenal, el cerro o el cauce seco del río donde instalan sus casas.

La codicia y la delincuencia se esconden detrás del tráfico de tierras. Los pobres son víctimas de un mercado perverso: comparan lotes desprovistos de servicios, y autoridades inescrupulosas, populistas, les ofrecen titulación a cambio de votos.

Siete de cada diez viviendas se construyen informalmente. La corrupción permite que el negocio fluya. Autoridades codiciosas y traficantes de terrenos son la fórmula perfecta para el crecimiento desordenado de la ciudad.

Con el tiempo, las quebradas se activan y el agua y el lodo cobran lo que les pertenece. Los ciclos de lluvias, desbordes y huaicos parecen irse acortando.

Cerca de la mitad de ls población mundial se ubica a menos de 60 kilómetros de las costas. Esto quiere decir que si no aplicamos ingeniería, pero también sentido común, orden y ley en la planificación urbana, seguiremos lamentando cada cierto tiempo las pérdidas económicas y humanas de los desbordes.

Se tiene que replantear el manejo de cuencas, ríos y quebradas, gestionar adecuadamente sus cursos de agua, construir represas, canales, reforestar el ande, empezando por los ríos más importantes con planes quinquenales.

El Estado debiera planificar la urbe. Somos uno de los países más afectados por el cambio climático. Y encima, tenemos un territorio geográfica y políticamente muy dividido. Falta planificación y gestión del suelo. Los distritos no tienen catastros adecuados. Existe subvaluación de terrenos y de casas. Solo el 5% de los distritos del Perú cobra el 90% del impuesto predial.

En lugar de política de viviendas debemos empezar a hablar de políticas de ciudades. Una nueva forma de administrar el territorio. El concepto es integrar la tierra, la vivienda y la producción. No puede haber proyectos sin planificación. El Estado debe diseñar estrategias descentralizadas macrorregionales.

Las grandes obras de desarrollo regional no se pueden dejar en manos solo de los gobiernos regionales o locales. Deben ser responsabilidad del gobierno central. Independientemente de los límites territoriales, se debe priorizar la gestión. Es la forma de empezar a "vestir" el Estado calato que por ahora tenemos.



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