La renuncia
de los ministros de Defensa e Interior, Alberto Otárola y Daniel Lozada,
respectivamente, evitó que el Congreso pudiera sancionar la responsabilidad
política de los ministros, frente al cúmulo de errores cometidos en el manejo y
conducción de la crisis política generada por el golpe militar del
narcoterrorismo a las fuerzas del orden en un nuevo teatro de operaciones; la
selva del Cusco, vecina al VRAE.
No es fácil
definir la responsabilidad política. La doctrina reconoce diversos tipos de
responsabilidad: personal, institucional, legal y política, entendiéndose ésta
última como aquella que tiene todo actor político por acción u omisión dentro
del área de poder que ejerce.
La
responsabilidad política se asume aún cuando quien la detente no haya intervenido
directamente en los actos sujetos de enjuiciamiento. De ahí que desde el
presidente de la República hasta el último de sus funcionarios sean
responsables de sus actos en proporción a la cuota de poder que ejercen.
La responsabilidad
política tiene instrumentos jurídicos de defensa y sanción en el Poder
Legislativo y/o Judicial, dependiendo del alcance y gravedad de la infracción,
pero también puede ser valorada por los ciudadanos mediante la opinión pública
que, por lo general, es la primera que sanciona.
El
juzgamiento político es por faltas políticas. En el caso de los ministros de
Defensa e Interior se juzgaba su tardía y equivocada toma de decisiones al
momento de encarar la crisis en la selva cusqueña, su nula política
comunicacional, su triunfalismo, pero sobre todo su fallida estrategia militar policial
–ingresar en caliente a un terreno desconocido que el enemigo domina– y el
elevado costo de vidas humanas que tuvo el resultado de las operaciones
desplegadas.
La
responsabilidad política es moral y no jurídica. Se juzga al hombre de Estado por sus actos de
gobierno, al político que responde ante la ciudadanía y sus representantes.
Los errores
políticos de los ministros debían pagarse políticamente. Su imagen pública había
sido seriamente mellada y, lo que es peor, habían perdido la autoridad
necesaria para llevar adelante sus sectores.
El Congreso hizo
cuestión de estado respecto a la discusión de la moción de censura presentada por
cinco de las seis bancadas y pusieron contra la pared la decisión final de los ministros.
El único camino
que les quedaba para saldar su responsabilidad política era la renuncia. Y así lo
hicieron, sin pena ni gloria, poco antes del mediodía de ayer, ante la presidenta
encargada del despacho, Marisol Espinoza, en ausencia del presidente Ollanta Humala,
de viaje en Japón y Corea. Los hombres pasan, las instituciones quedan.
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