Ya lo tenía enquistado de alguna manera la televisión, pero estamos entrando a dimensiones desconocidas.
La velocidad del byte transmitido en una pulsación eléctrica, le
está ganado a la velocidad neuronal.
La inteligencia artificial nos hace derrapar por momentos,
lesionando algunos principios básicos del periodismo como son: procesar, chequear y
contrastar la información que haremos pública.
El peligro es que de tanto querer ganar con la primicia reaccionamos
como autómatas, rebotando, sin sentido
analítico o crítico, cualquier información que vemos en la red.
La inmediatez de la red social puso de cabeza a la prensa peruana y
la hizo patinar. Todos los medios, mejor dicho todos los portales informativos de los medios, sin excepción, rebotaron la noticia tal cual,
sin comprobar su veracidad.
Siendo la instantaneidad o simultaneidad informativa un valor en la
construcción de la noticia, no es menos cierto que también lo es el rigor, la
consulta con la fuente original y el cruce de información.
Nada de eso se cumplió en el caso de la prensa peruana. Lo que pasó, en cambio, con alguna prensa costarricense fue simplemente una mala construcción de la
noticia. Una mala redacción. Algún desorejado periodista que escribió mal la
información y la tituló peor.
Sostener lo contrario, aquí y en cualquier otra parte, es difamación
y calumnia. Cosa en la que algunos disforzados periodistas, entretenidos con
sus nuevos juguetitos de redes sociales, incurren con frecuencia, muy latina.
El mundo ha cambiado, ciertamente, pero los valores no. El objetivo
central de periodismo sigue siendo buscar siempre la verdad.
La velocidad de las redes exige hacer una pausa para reflexionar
sobre las implicancias de un mundo nuevo donde todo está conectado y donde no
siempre cantidad es calidad. Lo que abunda, más bien, desprestigia.
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