05 marzo, 2015

Política by Visa


Hace unos años escribí cómo en los partidos políticos, de tiempo en tiempo, conforme se acercaban los procesos electorales, surgían grupos organizados, con la finalidad de cooptar el poder desde las bases.

Estos grupos se mueven no en torno a ideales ni vocación de servicio, sino por el poder del dinero.

Buscan adherentes pensando primero en su capacidad económica, antes que en su preparación para acceder a un puesto público.

El dinero, puesto como requisito indispensable para hacer política, pervierte los objetivos de la política.

El poderoso caballero otorga enormes ventajas a quienes buscan lucrar con la política.

Les permite, entre otras cosas, movilizarse cómodamente por el país, financiar actividades y, de paso –lo más grave–, comprar y fidelizar voluntades y lealtades.

Esta práctica no es nueva. Está en el origen de los clanes.

Caetano Mosca identifica el papel del poder económico en la conformación de los primeros grupos organizados para controlar el poder.

Las familias en disputa por el poder aportan dinero y recursos. Buscan aliados económicos. Solicitan favores que luego pagarán o traicionarán, según convenga.

Cuando este espíritu prima en un partido, pierde la sociedad. Porque lo que se invierte en llegar al gobierno, se busca recuperarlo en el poder.

Lo público y lo privado se confunden. Y nace la corrupción. O más bien, se extiende la corrupción de lo privado a lo público.

"Estas prácticas oscuras, muchas veces al margen de la ley –decía hace cinco años–, alejan a ciudadanos que real y honestamente quieren comprometerse en la gestión de su comunidad; formándose así un círculo vicioso de cargos públicos copados por gente contaminada por el vicio procesal, los favores pagados y la corrupción".

A este tipo de sistema le llame la democracia farsante. Nace de una base falsa, interesada. Crematística.

En esta especie de neo democracia censitaria gana el que realiza más rifas y regala más canastas, mototaxis, televisores, cocinas y microondas.

Organizaciones monetarizadas no son partidos. Son services. Franquicias. En el mejor de los casos, clubes sociales con socios VIP que fungen de dirigentes.

Todo esto, podría sino terminar, por lo menos disminuir, esta semana, si el Congreso decide aprobar las propuestas de reformas políticas planteadas por el JNE y varias bancadas.

Financiamiento público de los partidos políticos, eliminación del voto preferencial y del transfuguismo, retorno a la bicameralidad, entre otras, son parte de los cambios necesarios para recobrar el juego limpio en los partidos.

No es la solución. Pero, al menos, es un buen comienzo. No hacerlo, es dejar todo en manos del poder económico. Porque, como dice el comercial, para todo lo demás, existe VISA.


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Artículo publicado en Diario 16 el lunes 2 de marzo de 2015.

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