Hace unos años escribí cómo en los partidos políticos, de tiempo
en tiempo, conforme se acercaban los procesos electorales, surgían grupos
organizados, con la finalidad de cooptar el poder desde las bases.
Estos grupos se mueven no en torno a ideales ni vocación de
servicio, sino por el poder del dinero.
Buscan adherentes pensando primero en su capacidad económica,
antes que en su preparación para acceder a un puesto público.
El dinero, puesto como requisito indispensable para hacer
política, pervierte los objetivos de la política.
El poderoso caballero otorga enormes ventajas a quienes buscan
lucrar con la política.
Les permite, entre otras cosas, movilizarse cómodamente por el
país, financiar actividades y, de paso –lo más grave–, comprar y fidelizar
voluntades y lealtades.
Esta práctica no es nueva. Está en el origen de los clanes.
Caetano Mosca identifica el papel del poder económico en la
conformación de los primeros grupos organizados para controlar el poder.
Las familias en disputa por el poder aportan dinero y recursos. Buscan
aliados económicos. Solicitan favores que luego pagarán o traicionarán, según
convenga.
Cuando este espíritu prima en un partido, pierde la sociedad.
Porque lo que se invierte en llegar al gobierno, se busca recuperarlo en el
poder.
Lo público y lo privado se confunden. Y nace la corrupción. O más
bien, se extiende la corrupción de lo privado a lo público.
"Estas prácticas oscuras, muchas veces al margen de la ley
–decía hace cinco años–, alejan a ciudadanos que real y honestamente quieren
comprometerse en la gestión de su comunidad; formándose así un círculo vicioso
de cargos públicos copados por gente contaminada por el vicio procesal, los
favores pagados y la corrupción".
A este tipo de sistema le llame la democracia farsante. Nace de
una base falsa, interesada. Crematística.
En esta especie de neo democracia censitaria gana el que realiza
más rifas y regala más canastas, mototaxis, televisores, cocinas y microondas.
Organizaciones monetarizadas no son partidos. Son services. Franquicias.
En el mejor de los casos, clubes sociales con socios VIP que fungen de
dirigentes.
Todo esto, podría sino terminar, por lo menos disminuir, esta
semana, si el Congreso decide aprobar las propuestas de reformas políticas
planteadas por el JNE y varias bancadas.
Financiamiento público de los partidos políticos, eliminación del
voto preferencial y del transfuguismo, retorno a la bicameralidad, entre otras,
son parte de los cambios necesarios para recobrar el juego limpio en los
partidos.
No es la solución. Pero, al menos, es un buen comienzo. No
hacerlo, es dejar todo en manos del poder económico. Porque, como dice el
comercial, para todo lo demás, existe VISA.
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Artículo publicado en Diario 16 el lunes 2 de marzo de 2015.
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