En ajedrez, cuando el Rey se mueve hacia los espacios de su Dama y cambia casilleros con la Torre para protegerse, se denomina enroque largo. Pero si decide moverse hacia su lado y busca la torre de su extremo más próximo, se denomina enroque corto. En política, sucede casi lo mismo.
No le quedaban muchos caminos al presidente Humala para recomponer su gabinete. Optar por un cambio radical y proponer al Congreso un nuevo jefe de gabinete –un enroque largo–, no era un escenario posible, sin ceder poder.
Difícilmente un representante del oficialismo –con excepción de Marisol Espinoza– podría obtener un voto de confianza en el Parlamento.
El gobierno ha perdido la mayoría en el Congreso y hoy por hoy el oficialismo no puede asegurarle al Presidente ni siquiera los votos para aprobar su salida del país.
Pasar de una bancada de 47 a 33 miembros, ha significado que el Ejecutivo quede un poco rehén del Congreso.
Parece un contrasentido, pero es real: la fuerza de la presidenta del Consejo de Ministros depende hoy en día de la debilidad de la bancada de Gana Perú.
Entre ambas existe una relación de mutuo dependencia y de correlación inversa.
La salida de Ana Jara del gabinete y la imposibilidad de poder ser reemplazado (a) por otro (a) de la misma cantera que obtuviera el respaldo del Congreso, era, en definitiva, un juego de suma cero y, por ende, una opción no viable.
Este razonamiento no dejaba muchas salidas. Había que hacer un enroque corto.
La decisión presidencial, entonces, no es fruto de un repentino espíritu de concesión a las fuerzas opositoras o –como señalan algunos– un guiño al Apra o al fujimorismo; sino consecuencia de su limitada capacidad de movimiento.
El ejecutivo no tenía más opciones. El escenario más viable es el que tenemos ahora. Conservar la jefatura del gabinete y realizar cambios al interior del equipo, escuchando a la calle en algunos casos y reacomodando el tablero interno en otros.
En situaciones límite, cortar un brazo o una pierna es siempre mejor que cortar la cabeza. El rédito político en este caso es ganar tiempo.
La presidenta del Consejo de Ministros sale fortalecida. Se ha deshecho de dos de los ministros más populares que ella, según la más reciente encuesta de Ipsos-Apoyo: Urresti y Omonte; y ha desinflado el globo de la censura que se venía contra su gabinete.
La oposición política, sin embargo, difícilmente cederá. La oposición médiática tampoco. Cada quien en lo suyo, eso sí. Los primeros se proyectan hacia la captura de la próxima mesa directiva del Congreso. Los segundos seguirán hurgando en el pasado y petardearán a los nuevos ministros (léase Maurate).
Los ajedrecistas dicen que el enroque corto es más seguro, pues coloca al Rey en un extremo del tablero donde lo pueden defender más peones y otras piezas. El enroque largo, en cambio, coloca al Rey al centro que, por lo general, es un área desprotegida. Sea como fuere, el enroque tiene dos condiciones para medir su efectividad: una, que el Rey no esté en jaque. Y dos, de preferencia, es un movimiento de apertura, no de fin de juego.
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Artículo publicado en Diario 16, el jueves 19 de febrero de 2015.
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