El presente proceso electoral ha sido irremediablemente alterado,
manoseado y, por tanto, afectado. La razón es la sombra de dudas que han
proyectado los propios organismos electorales al hacer un uso extensivo,
diverso, interpretativo y subjetivo de los cambios introducidos en la Ley
Electoral sobre dádivas y proselitismo.
La más reciente resolución del JEE de Lima Centro 1 –aprobada
entre gallos y medianoche–, contorsiona el derecho para librar a la candidata
de Fuerza Popular de la exclusión del proceso.
Incorpora elementos interpretativos, donde la ley no interpreta.
La ley no indica, por ejemplo, que se deba probar que el dinero
entregado sea patrimonio del infractor.
La resolución del JEE, introduce este elemento.
Dice también la resolución del JEE que el acto al que asistió la
candidata de FP no fue de carácter proselitista, sino cultural.
¿Ignora el JEE que Factor K es una agrupación cultural solo de
fachada? Que en realidad es una organización encargada de captar jóvenes para
Fuerza Popular a través de actividades artísticas.
El acto de premicación fue un acto proselitista, preparado ex
profesamente para recibir a los candidatos de FP y para dejar en claro que era
dicha organzación política la patrocinadora de las actividades. ¿O cree el JEEE
que Factor K podría aludir a la K de Kuczynski?
Pero el problema no es solo de los organismos electorales.
El origen de este cambalache electoral está en la decisión del
Congreso que aprobó –por insistencia, debido a la observación del Ejecutivo–, una
serie cambios a la ley electoral ¡en medio del proceso en curso!
Estos cambios, hay que decirlo, obedecieron a presiones de ONGs
internacionales, nacionales, opinólogos, politólogos y medios de comunicación,
que desde hace un tiempo buscan reglamentar la política hasta volverla un
espejo suizo.
Es decir, los cambios políticos, culturales, como son los cambios
en la profundización de la democracia, se quieren atajar por vía de la ley.
El resultado es este remedo de elecciones que estamos obligados
–por ley– a tener.
Un proceso donde, por lo menos, la pluralidad de elección, ha sido
recortada, retaceada, disminuida.
A estas alturas, a 15 días de acudir a las urnas –3 millones lo
harán vía voto electrónico–, con incertidumbre sobre qué candidatos quedarán
finalmente, con jóvenes preparándose para salir a las calles, lo único que
tenemos claro es que estamos ante un proceso y estados alterados.
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