Un fantasma ha despertado. Estaba dormido. Aturdido. Arrinconado. Pero estaba allí. Resistiendo los medios, las encuestas, las redes. Ese fantasma salió de su habitación el 15 de marzo y llenó la Plaza San Martín: el antifujimorismo.
Según Ipsos, el antivoto naranja era 40% en febrero y sube a 44% en marzo. Y va in crescendo.
Nadie
sabe hasta donde llegará esta fuerza, pero el fujimorismo ha sentido la pegada.
Su primer error ha sido responder con prepotencia; como antes, como siempre; y
llamar a los jóvenes del 15M, terroristas.
Esos
jóvenes indignados han salido para cerrarle el paso a Keiko Fujimori.
Pero
su agenda es mayor. Protestan contra los organismos electorales, contra sus
decisiones y sus integrantes. Contra el proceso electoral en general al que no
lo sienten seguro, confiable, democrático.
Protestan contra los candidatos que representan el pasado, el viejo orden, integrantes de la vieja clase política, antidemocrática y corrupta.
Esos
jóvenes delinean uno de dos caminos que empiezan
a bifurcarse. Los que confían en la presente campaña electoral y quienes
consideran que este proceso está irremediablemente viciado.
Esto
plantea un problema para la democracia.
¿Son
más importantes los principios generales que los procesos burocráticos? ¿Están
intrínsicamente ligados, o pueden acaso comprenderse uno sin el otro? ¿Es más
importante el derecho a elegir y ser elegido o las normas de cumplimiento
administrativo para inscribir una candidatura?
Dependerá
de qué respondas para ubicarte en uno y otro camino.
Pero
independientemente de donde te ubiques, esta elección va camino a una pendiente
de polarización. Fujimoristas vs antifujimoristas.
¿Aguantará
el proceso una arremetida final así? ¿O una ola de violencia extrema puede perturbar
y desequilibrar de manera irremediable el precario proceso electoral?
Es
una respuesta que solo las calles tienen. La polarización amenaza con no terminar con el resultado electoral. La autoridad presidencial que emerja de este proceso tendrá una legitimidad de piel de cristal.
En todo caso, el fantasma ha despertado. Y anda
suelto.
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