Es octubre en Perú, mes de los temblores. Pero no me refiero a los acostumbrados movimientos telúricos, sino a los espasmos políticos que empiezan a inquietar la economía.
La economía es el sismógrafo que mide los terremotos políticos. No es un aparato muy sensible que registre cualquier remezón. El zamaqueo político tiene que ser muy profundo y grave para que salten las agujas.
Los primeros especímenes que suelen sentir
las vibraciones que genera la turbulencia política son los inversionistas, los
empresarios.
Toda regla tiene sus excepciones, por
supuesto. Cuando renunció el presidente Kuczynski, por ejemplo, el sismógrafo
económico casi ni se movió. Los empresarios no se inmutaron. El dólar permaneció
igual. Los agentes de finanzas, bolsa y
banca, siguieron tomando su café de las cinco.
Fuera del zumbido de las redes, todo marchó
con tranquilidad social, aunque con mucho ruido político. Hoy, sin embargo, la situación es algo
distinta. Se habla incluso de golpes, algo que ha hecho mover el pesado sismógrafo. Los temblores de octubre reportan que hay
preocupación en el sector económico a tal punto que el Banco Central de Reserva (BCR) advirtió esta semana dos preocupaciones:
1. El ruido político que hay en el país ha causado una caída en la
confianza empresarial. Tanto que las expectativas sobre la economía a tres
meses cayeron a su menor nivel desde marzo (El Comercio, 13/Oct/2018).
2. Existe el riesgo de que el 2019
tengamos nuevamente un fenómeno de El Niño costero. El BCR ha dcho que hay un 57% de probabilidad de que esto ocurra, pero los entendidos dicen que ha subido a 65%.
El primer fenómeno incide sobre la confianza
empresarial, el segundo sobre la confianza ciudadana. Y cuando ambos coinciden en desplomarse,
generan un problema para quien gobierne. La población se desespera y exige
resultados a sus gobernantes. En una situación así muchos gritan y pocos
escuchan.
El ruido político sumado a una eventual
catástrofe climática sería terrible no solo
para el presidente Vizcarra, sino para el país. La pérdida de confianza vuelve endeble el
sistema democrático. El capital social, base de la economía, se refleja en el
nivel de confianza que tiene la gente entre sí y entre los agentes económicos.
Son muchas las dificultades que por estos días enfrenta la política: la anulación
del indulto a Fujimori, la detención de su hija Keiko, el enfrentamiento entre
el Legislativo y Ejecutivo, las contradicciones del presidente Vizcarra con la
bicameralidad, la apurada ley aprobada por el fujimorismo para liberar a presos
mayores de 75 años y la no acusación constitucional con el fiscal de la Nación. Si a ello agregamos el retraso de las inversiones del Ejecutivo
en obras y la posible llegada de un nuevo Niño, la ecuación político-económica
pinta un desastre.
Es necesario escuchar al ministro de Economía. Y sobre todo, ver actuar a los líderes empresariales. Se requiere
recuperar la confianza económica y eso pasa por generar más inversión y más empleo. Sobre un sano nivel de confianza de los
agentes económicos, se levantan los pilares de la democracia.
La política está empezando a sensibilizar la economía. Se sienten los primeros remezones de octubre. Tengamos
cuidado con eso.
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