20 enero, 2019

Propuesta servida


Como una señal de los tiempos que vive el país –asqueados por la corrupción–, el miasma afloró esta semana. La matriz de alcantarillado que corre de forma paralela a la línea 2 del Tren Eléctrico, se rompió a la altura del paradero Pirámide del Sol y las aguas negras inundaron cuatro manzanas de San Juan de Lurigancho. 2 mil personas lo perdieron todo.

Una comisión especial del Colegio de Ingenieros determinará las causas del daño y las responsabilidades del caso. Las preguntas inmediatas flotan por sí solas. ¿Qué pasó realmente? ¿Fue un problema de ingeniería? ¿O un problema de corrupción? ¿Se hicieron trabajos apurados? ¿Se festinaron trámites para firmar el contrato de la Línea 2 del Tren Eléctrico? ¿Es el Consorcio Tren Eléctrico (Odebrecht – Graña Montero), el que movió y reinstaló la tubería el responsable? ¿Fue Sedapal negligente al recepcionar la obra y dar su conformidad?

Pero hay otras preguntas algo más sedimentadas que también debieran responderse: ¿Se puede prever un desastre técnico de esta magnitud? ¿Existen sistemas de vigilancia seguros de las alcantarillas? ¿Estamos preparados para responder a un desastre de esta magnitud?

Los atoros y daños en redes de alcantarillado dependen de  diversos factores. El nivel de pendiente, el material de construcción usado, el tiempo de construcción de la obra y la política de mantenimiento de la misma.  Las autoridades indican que el atoro de la matriz se produjo en 20 metros de tubería. Las primeras imágenes captadas por cámaras de video introducidas al área obstruida permiten calcular la acumulación de piedras y tierra de casi un metro de alto en un tubo de 1.5 metros de diámetro. ¿Entró el material por alguna rajadura o rotura del tubo o no hubo la gradiente adecuada lo que permitió el sedimento y acumulación de material y posterior atoro de la tubería matriz?

Para monitorear el nivel de material acumulado en el interior del sistema de alcantarillado se utilizan unas cámaras de televisión que, mediante boyas o balsas, se sueltan cada cierto tiempo en el interior de las alcantarillas para verificar el interior de las redes. También se usa la inspección visual a través de buzones y tuberías en las que se miden el nivel de sedimentación de materiales y velocidad de la corriente generada. Los cruces y las conexiones de intersección las tuberías son los puntos de mayor interés.

El ingeniero Manuel Luque Casanave, investigador de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) y especialista en automatización señala que para generar una alerta temprana y evitar futuros colapsos de la red de colectores y alcantarillas, se puede colocar sensores ultrasónicos (no contactantes) de nivel en las tuberías de desagüe en los puntos críticos de de la red principal.

En el caso de la matriz colapsada en San Juan de Lurigancho estos sensores ultrasónicos de flujo se colocarían por pares, uno en un buzón y el otro en el siguiente buzón aguas abajo. El resultado es un sistema de monitoreo que permite detectar a tiempo si hay un atoro o una elevación significativa de nivel de aguas servidas, activando una alarma si encuentra valores por encima del promedio.


La ingeniería resuelve los problemas; ofrece soluciones. Que el desastre medioambiental de San Juan de Lurigancho sirva no solo para buscar responsables (que está bien hacerlo), sino que también ofrezca la oportunidad para mejorar la calidad de los servicios, usando la tecnología. Que afloren las ideas.


1 comentario:

Manuel Humberto Luque Casanave dijo...

Felicitaciones por el enfoque del artículo. Es necesario que las autoridades usen tecnología disponible para aplicar medidas de prevención.


Cordiales saludos

Manuel Luque Casanave