Como una señal de los tiempos que vive el
país –asqueados por la corrupción–, el miasma afloró esta semana. La matriz de
alcantarillado que corre de forma paralela a la línea 2 del Tren Eléctrico, se
rompió a la altura del paradero Pirámide del Sol y las aguas negras inundaron
cuatro manzanas de San Juan de Lurigancho. 2 mil personas lo perdieron todo.
Una comisión especial del Colegio de
Ingenieros determinará las causas del daño y las responsabilidades del caso.
Las preguntas inmediatas flotan por sí solas. ¿Qué pasó realmente? ¿Fue un
problema de ingeniería? ¿O un problema de corrupción? ¿Se hicieron trabajos
apurados? ¿Se festinaron trámites para firmar el contrato de la Línea 2 del
Tren Eléctrico? ¿Es el Consorcio Tren Eléctrico (Odebrecht – Graña Montero), el
que movió y reinstaló la tubería el responsable? ¿Fue Sedapal negligente al
recepcionar la obra y dar su conformidad?
Pero hay otras preguntas algo más
sedimentadas que también debieran responderse: ¿Se puede prever un desastre
técnico de esta magnitud? ¿Existen sistemas de vigilancia seguros de las
alcantarillas? ¿Estamos preparados para responder a un desastre de esta
magnitud?
Los atoros y daños en redes de alcantarillado
dependen de diversos factores. El nivel
de pendiente, el material de construcción usado, el tiempo de construcción de
la obra y la política de mantenimiento de la misma. Las autoridades indican que el atoro de
la matriz se produjo en 20 metros de tubería. Las primeras imágenes captadas
por cámaras de video introducidas al área obstruida permiten calcular la acumulación de piedras y tierra de casi un metro de alto en un tubo de 1.5 metros de
diámetro. ¿Entró el material por alguna rajadura o rotura del tubo o no hubo la
gradiente adecuada lo que permitió el sedimento y acumulación de material y
posterior atoro de la tubería matriz?
Para monitorear el nivel de material
acumulado en el interior del sistema de alcantarillado se utilizan unas cámaras
de televisión que, mediante boyas o balsas, se sueltan cada cierto tiempo en el
interior de las alcantarillas para verificar el interior de las redes. También
se usa la inspección visual a través de buzones y tuberías en las que se miden
el nivel de sedimentación de materiales y velocidad de la corriente generada.
Los cruces y las conexiones de intersección las tuberías son los puntos de mayor
interés.
El ingeniero Manuel Luque Casanave, investigador
de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) y especialista en automatización
señala que para generar una alerta temprana y evitar futuros colapsos de la red
de colectores y alcantarillas, se puede colocar sensores ultrasónicos (no
contactantes) de nivel en las tuberías de desagüe en los puntos críticos de de
la red principal.
En el caso de la matriz colapsada en San Juan
de Lurigancho estos sensores ultrasónicos de flujo se colocarían por pares, uno
en un buzón y el otro en el siguiente buzón aguas abajo. El resultado es un
sistema de monitoreo que permite detectar a tiempo si hay un atoro o una
elevación significativa de nivel de aguas servidas, activando una alarma si
encuentra valores por encima del promedio.
La ingeniería resuelve los problemas; ofrece
soluciones. Que el desastre medioambiental de San Juan de Lurigancho sirva no
solo para buscar responsables (que está bien hacerlo), sino que también ofrezca
la oportunidad para mejorar la calidad de los servicios, usando la tecnología. Que afloren las ideas.
1 comentario:
Felicitaciones por el enfoque del artículo. Es necesario que las autoridades usen tecnología disponible para aplicar medidas de prevención.
Cordiales saludos
Manuel Luque Casanave
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