21 septiembre, 2019

Fin del juego


Hay un tiempo para dialogar y un tiempo para actuar. Estamos al borde de concluir el primero y los peruanos no tenemos certeza de cómo será el segundo. Es una situación sui generis en la que los poderes del Estado no han sido capaces de encontrar una vía de entendimiento, ni siquiera de acercamiento. 

El diálogo ha estado ausente, aunque no así la palabra. El presidente Vizcarra ha repetido en diversos escenarios —en provincias y foros sectoriales— su mismo planteamiento; la necesidad de terminar la crisis política vía una respuesta política: el adelanto de elecciones. 

El Congreso, en cambio, ha movido más piezas en el tablero. Ha sensibilizado el sector externo con la visita del presidente del Congreso, Pedro Olaechea, al secretario general de la OEA y la consulta a la Comisión de Venecia. 

La batalla final en el área legal, sin embargo, el Congreso la prepara en el Tribunal Constitucional, recomponiéndolo.

Ambas estrategias, opuestas y en rumbo de colisión, se encontrarán en una semana, a fines de setiembre, cuando se cumpla el plazo final que el ejecutivo le dio al legislativo para resolver el adelanto de elecciones y el recorte del mandato.  

¿Qué puede pasar? Nadie lo sabe. Las alternativas van desde la cuestión de confianza y cierre del Congreso hasta la convocatoria a una Asamblea Constituyente para reformar la Carta del 93 y dejar al actual Parlamento en estado catatónico. 

Cualquiera que fuera la salida, dividirá al país. No hay forma que alcancemos el consenso con fórmulas no dialogadas, sin debate, ni voluntad política. El juego oculto, las cartas bajo la mesa, el golpe, son mecanismos de maña y fuerza, no de juego limpio.

El antagonismo es consustancial a la política en la definición Schmittiana del término (amigo - enemigo), pero eso no puede ocultar que también es inherente al ser humano el esfuerzo racional que implica el diálogo y la búsqueda del consenso. 

Llevar la política al reino de lo irracional es ingresar al mundo de la antipolítica. Conducir al país por el camino de la crispación en lugar del entendimiento, la intolerancia en lugar de la tolerancia, la confrontación permanente en lugar del consenso o del término medio, es llevarlo directamente al despeñadero. 

Se viene el rayo. Ojalá la población distinga bien quiénes son los responsables de haber armado esta tormenta. 

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