13 diciembre, 2020

El otro boom del agro


Hay otro boom en el agro. Y esta semana estalló. Las cifras que explican este otro "boom", no están en dólares, sino en magros soles. Es el problema central de la protesta social que terminó con la Ley de Promoción Agraria: los sueldos bajos. Alrededor de este punto hay reclamos por derechos de salud, laborales y tributarios. Pero, lo central de la explosiva respuesta del trabajador del campo es el aumento de sueldos. 

El jornal promedio actualmente es de 39 soles por 8 horas de trabajo. Las penalidades y descuentos pueden reducir en la práctica el monto a 20 soles. Si descontamos el desayuno, almuerzo y pasajes casi no queda nada para el diario. No hay ahorro. Ni planes. Ni horizonte de vida.

 

El jornal es sobrevivencia pura y dura. Evidencia de que algo no funciona. Así pasamos del boom agro exportador a la explosión del agro trabajador.

 

El mayor problema parece ser la informalidad que además arrastra una serie de distorsiones e inseguridades. Si el trabajador es captado por una service (en complicidad o no con la empresa formal), no tiene derechos, ni beneficios. Nada. El jornalero informal depende solo de su fuerza de trabajo. Agotada ésta es reemplazada por otro y así sucesiva y abusivamente.

 

Digan lo que digan, no hay punto de comparación entre el crecimiento de las ganancias de la agroexportación y el sueldo de sus trabajadores. Es como si el primero subiera por ascensor y el segundo por escalera. El siguiente cuadro lo confirma. 

El problema, entonces, no es de crecimiento del empleo, sino de calidad del mismo. Es en el salario donde las distorsiones, entre lo formal e informal, se hacen más evidentes. Y aquí es donde se ancla el reclamo de los trabajadores en la comisión multipartidaria del Congreso de la República.

 

Las negociaciones deben equilibrar las posiciones en algún punto entre 40 y 70 soles diarios. El otro punto asociado directamente al principal es la temporalidad de los contratos. Debe mejorarse en la nueva propuesta que se elabore. El empleo temporal —característico en la agricultura— no tiene por qué ser precario. El trabajo estacional debe asumir proporcionalmente los costos de gratificaciones, vacaciones y seguro médico. 

 

Sobre este punto convendría que se evalúe la necesidad de crear supervisores especializados en empresas agrícolas —una especie de Sunafil especializada en trabajo agrícola: Sunagro—, un organismo técnico que entienda las características especiales que tiene la empresa agroexportadora formal, que tiene, además, el know-how de ser supervisada por empresas multinacionales con estándares mucho más exigentes para acceder al mercado externo.

 

Trabajo decente es no solo un concepto. Si en verdad aspiramos a ingresar al exclusivo club de los países de la OCDE, debemos empezar por mejorar las condiciones laborales de los trabajadores, aumentar sus jornales, es decir, embridar sus derechos a los beneficios del boom agroexportador. 

 

 

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