09 marzo, 2009

El ajustón de las clases medias


(Desde Sao Paulo) En contra de lo que pensamos comúnmente la crisis afecta primero a los ricos que a los pobres. El remezón que genera el impacto financiero y económico se tira abajo el castillo social de naipes, pero al revés. Primero lo sienten los ricos, que tienen su dinero en la bolsa, en acciones, que viven del subibaja de los commodities, que acortan y alargan su dinero plástico. Luego vienen los asustados clasemedieros, pendientes siempre de los cambios de estación, veletas al viento que pagan puntualmente sus impuestos y el cable. Si la crisis continúa y se profundiza aún más toca entonces a los abajo, al inframundo humano, donde sobreviven lo más pobres, los que nada tienen.

Siempre nos preocupamos de los más pobres. Y eso está bien. Pero casi nunca reflexionamos sobre el impacto de las crisis en las clases medias. Los cambios en esta capa son adaptaciones de supervivencia. Lo primero que pasa –según los investigadores sociales reunidos en este IV Encuentro de Ex Presidentes de América Latina- es que las clases medias afectadas renuncian al seguro de salud privado y migran al público. Si el ajustón es grave, sacan también a sus hijos de los colegios y universidades particulares y los ponen en escuelas y centros superiores de estudios estatales. Ni qué decir de servicios de recreación, cultura y otros. Se eliminan simplemente.

Los cambios pueden parecer superfluos, pero no lo son. Desde el punto de vista de la clase media son traumáticos. Pero el problema mayor es que generan un drama peor para el Estado que recibe una presión por servicios públicos de una masa de gente que no tiene presupuesto. Si de por sí las cuentas de la nación son escasas para atender a los más vulnerables socialmente, imagínense lo que puede ocurrir con sectores sociales que de pronto pasan a la condición de pobres.

Los servicios públicos colapsarán aumentando el desamparo social a la que empuja toda crisis. Se requiere prever el impacto que generará la nueva demanda de salud, educación, nutrición, seguridad y otros que dejará la resaca generada por la ola mundial que empezó en Wall Street y ya recorre los principales mercados mundiales.

Se requiere un Estado previsor, planificador. Que prepare las políticas públicas a las circunstancias de ajuste que se avecinan. En una situación así, un estado que despilfarra, roba y malgasta el dinero público con actos desesperados en busca de efectos mediáticos o populistas, cometería un acto suicida. No podemos deshacernos tan fácilmente de las pocas reservas que tenemos, o edificar cascarones para tomarse fotos con ellos, o rifar concursos públicos para ganar comisiones, o licitar obras a la carrera para comer una tajada, o usufructuar dinero público para ganar favores políticos.

No se puede -en fin- hacer todo lo que vemos a diario.

Que nadie se queje luego si mañana más tarde resurgen respuestas de abajo contra el estado y su administrador de turno.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Hubo algo positivo en medio de todo?