(El Mercurio, Domingo 2, Diciembre , 2012) Mañana se inician los alegatos orales ante
la Corte de Justicia de La Haya, proceso que resolverá definitivamente el
diferendo de límites que Perú nos ha planteado. Chile ha enfrentado este
litigio con la tranquilidad y convicción de saber que nuestra causa es justa y
sólida, pues está amparada por el derecho internacional, los tratados
limítrofes válidamente celebrados por Chile, Perú y Ecuador en 1952 y 1954 que
los países signatarios nos comprometimos a honrar y cumplir, y por la forma en
que los tres países y la comunidad internacional los hemos interpretado y
aplicado por más de 50 años.
Siguiendo una larga y valiosa tradición,
Chile, en defensa de sus intereses, ha observado una política de Estado, no
solo de Gobierno y oposición, sino del país entero, unido tras un mismo
objetivo: que se ratifique el imperio del derecho internacional, que se
respeten los tratados vigentes, que se consideren las conductas de los países
signatarios y que se defienda con todos los instrumentos del derecho y la razón
nuestros territorios, mares, cielos y soberanía.
Si bien el hecho de ser demandado no puede
considerarse un acto amistoso, esto no significa que deba ser estéril. El
término de este diferendo concederá a chilenos y peruanos una gran oportunidad
para renovar nuestras relaciones y abrazar juntos, con convicción y coraje, la
agenda del futuro, que debe ser de amistad, colaboración, progreso y paz.
Nuestros pueblos están hoy más cerca de lo
que algunos creen, aunque lejos aún de lo que muchos quisiéramos. Sin duda el
mayor factor de acercamiento son los crecientes flujos de migración estable de
chilenos en Perú y de peruanos en nuestro país, que los convierte en la colonia
extranjera más numerosa residente en Chile. De hecho, muchos de ellos han
forjado lazos familiares con chilenos, asisten a nuestras escuelas y
universidades, reciben atención de salud en nuestros hospitales y consultorios
y votan en nuestros procesos electorales.
PRINCIPAL DESTINO DE CHILENOS
El año pasado, Perú desplazó a Argentina
como principal destino de turistas chilenos y casi tres millones de personas
cruzaron por los pasos de Chacalluta, Visviri y Chungará. Nuestro intercambio
comercial se ha multiplicado ocho veces en los últimos 15 años, alcanzando los
US$3.800 millones anuales, un 70% del cual lo realizan pequeñas y medianas
empresas de ambos lados de la frontera. Perú es, además, el principal receptor
de inversiones chilenas en el mundo, con montos acumulados cercanos a los
US$11.500 millones, y las de ese país en Chile en torno a la mitad de esa
cifra, lo que ha permitido la creación de decenas de miles de puestos de
trabajo para chilenos y peruanos.
En un mundo cruzado por recesiones y
crisis, Chile y Perú han mantenido altas tasas de crecimiento económico y
creación de empleos, mejorado su competitividad y salarios, reducido la pobreza
y desigualdades y profundizado su inserción internacional, aprovechando nuestra
privilegiada proyección hacia el Asia Pacífico. Ambos países somos miembros de
APEC y promotores del Trans Pacific Partnership, la iniciativa de integración
más audaz que se haya llevado a acabo entre países del Asia y América. En el
ámbito regional, junto a Colombia y México, constituimos la Alianza del
Pacífico, actualmente la novena economía del planeta, y participamos
activamente en UNASUR y CELAC.
Pese a lo anterior, debemos asumir que
hemos tenido desencuentros que con demasiada facilidad alcanzan niveles de
discordia. Y aunque hemos avanzado, y mucho, en el desminado de nuestras fronteras
y en la transparencia y publicidad de nuestros gastos militares, no se han
apaciguado del todo los espíritus, único requisito indispensable para el
progreso y la paz permanente entre nuestros pueblos.
Por ello, quiero aprovechar esta
circunstancia histórica para convocar a chilenos y peruanos a que avancemos
decididamente en tres frentes.
Primero, profundizar un ánimo creativo y
constructivo por sobre un espíritu marcado por la suspicacia y la rivalidad,
entendiendo que lo que hagamos para acercar a nuestros países está llamado a
trascendernos, es decir, a no perecer con nosotros sino a sobrevivir en
beneficio de nuestros hijos y nietos.
Segundo, desestimular los nacionalismos
exacerbados, que envenenan el alma de los pueblos. Para ello, el mejor antídoto
es cultivar entre nuestros jóvenes un auténtico patriotismo, entendido como un
sano y justo amor a la patria, incluida su historia, cultura, tradiciones, fe,
lengua y geografía, todas las cuales son muy compartidas por chilenos y
peruanos.
Y finalmente, llevar a cabo un esfuerzo de
integración como no lo hemos realizado jamás desde nuestra independencia. Una
integración profunda que abarque no sólo el campo comercial, sino también
político, físico, científico, energético y cultural. Una integración
definitiva, que una de tal manera los destinos de nuestros pueblos que haga
inviable cualquier posible discordia futura entre nuestras naciones. Una
integración urgente, sin excusas ni demoras, pues de ella depende que podamos
triunfar en este mundo globalizado.
En suma, como tantas veces, chilenos y
peruanos tendremos que optar. Optar entre abrazar el futuro o quedarnos
atrapados en el pasado. Entre conducir los acontecimientos de este siglo nuevo
o dejarnos arrastrar por ellos. Entre ser protagonistas de la globalización o
meros espectadores de sus efectos. Entre sumarnos juntos a esta revolución de
la sociedad del conocimiento y la información que ya está golpeando nuestras
puertas, o dejarla pasar tal como hicimos con la revolución industrial en el siglo
XIX.
Siempre van a existir voces que se
interpongan entre nuestro presente y este futuro que acabo de describir. Nos
dirán que los desafíos planteados son demasiado ambiciosos y complejos para ser
abordados con éxito. Que los lastres que arrastramos del pasado superan por
mucho las oportunidades que compartimos hacia el futuro. Es cierto, no depende
de nosotros que esas voces se expresen; pero sí el que cada día sean menos los
chilenos y peruanos dispuestos a escucharlas. Hoy más que nunca requerimos de
coraje, visión y liderazgo para reconocer que es mucho más fuerte lo que nos
une que lo que nos separa. Que si Dios puso entre nosotros a uno de los
desiertos más áridos del mundo, no fue para alejarnos ni para bifurcar nuestros
destinos, sino para que nos decidamos a cruzar juntos ese y cualquier otro
obstáculo que pretenda interponerse en nuestro camino. Y para dejarnos a
nosotros, la generación del Bicentenario, la hermosa tarea de transformar ese
desierto en un símbolo de integración y no de división; de paz y no de
enfrentamiento; de progreso y no de estancamiento; de vida y no de desolación.
Por eso, termino estas palabras reiterando
que Chile es un país respetuoso del derecho, de los tratados y de los
tribunales internacionales, e invitando a chilenos y peruanos a seguir con
tranquilidad los alegatos, a esperar con serenidad el fallo que honramos
cumplir y a cultivar desde ya un espíritu de unidad entre nosotros. Porque
mientras más incierta sea la situación económica mundial, más unidos debemos
estar para enfrentar con éxito los desafíos y oportunidades que tenemos por
delante: derrotar la pobreza, alcanzar el desarrollo, enfrentar con eficacia a
la delincuencia y el narcotráfico y mejorar la calidad y equidad de la salud y
la educación que reciben nuestros compatriotas. Y lograr todo ello, en
democracia, libertad y paz.
CITAS DESTACADAS
“Debemos asumir que hemos tenido
desencuentros que con demasiada facilidad alcanzan niveles de discordia”.
“Si Dios puso entre nosotros a uno de los
desiertos más áridos del mundo, no fue para alejarnos ni para bifurcar nuestros
destinos, sino para que nos decidamos a cruzar juntos ese y cualquier otro
obstáculo que pretenda interponerse en nuestro camino”.
SEBASTIÁN PIÑERA E.
Presidente de la República de Chile
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