He sentido la partida de Luis Solari Tudela, diplomático amigo, que
entregó a su carrera toda una vida. Estas líneas, a los pocos días de su
encuentro final con el destino.
Luis Solari Tudela era un hombre, ante todo, sincero consigo mismo.
Profesional honesto intelectual y éticamente. Un caballero, de esos que cada
vez más escasean. De verso facil y
articulado. Lo difícil lo hacía entendible y cuando quería podía usar la lengua
como un estilete afilado y mordaz.
Lo conocí casi al final de sus años y siempre me pareció que había
vivido en paz con todo el mundo. Amante del café y el cigarillo, excusas
perfectas para conversar de todo un poco, pero sobre todo de política nacional
e internacional del que era agudo observador y, en el caso del proceso de delimitación
marítima con Chile, protagonista activo.
Siempre se emocionaba al
contar la anécdota de cómo un alumno de la Academia Diplomática había
encontrado la vía para llevar a Chile a un proceso jurídico internacional.
“Se puede apelar al Pacto de San José de Bogotá, donde tanto Perú y
Chile reconocen a la Corte Internacional de Justicia de La Haya como instancia
civilizada para dirimir ese tipo de controversias jurídicas”, dijo un día el
alumno.
Le correspondió al Vice Canciller Luis Solari explorar, estudiar y
conducir esa opinión. Que finalmente prevaleció cuando el Perú optó por hacer
la denuncia.
A pesar de su formación jurídica, era un hombre sumamente emotivo. Lo
vi llorar una vez al recordar su entrevista personal con Juan Pablo II cuando
fue embajador del Perú ante El Vaticano. Recordó la revelación que le hizo el Sumo Pontífice y que prometió algún día revelear.
Me la dijo fuera de micrófono, pero no me autorizó a revelarla en
público. “Algún día”, me dijo, sin saber -ambos- que ese día jamás llegaría.
Para hacer política de la manera como se tiene que hacer se inscribió
en un partido: Perú Posible. Y desde allí, a su manera, en su estilo, aportó al
debate en temas trasdentes para el país como el ya comentado proceso de
delimitación marítima.
Carlos Ferrero lo convocó para integrar el Grupo Basadre que reúne a
un conjunto de peruanos interesados en reflexionar sobre temas de política
internacional. Desde allí, lo escuché defender la posición peruana con
argumentos y pasión.
Un día, en el gobierno del Apra, cuando el presidente Alan García se
negaba a continuar el proceso y denunciar el caso ante La Haya, lo encontré
junto a un grupo de ex militares, diplomáticos y ex ministros de Estado del
gobierno del presidente Toledo, en un bunker de Ollanta Humala, por entonces, político
opositor al gobierno y defensor, desde el nacionalismo, de la resolución por la
vía jurídica de la delimitación marítima con Chile. Era un punto en que el
Partido Nacionalista del Perú y Perú Posible estábamos de acuerdo. No voy a
decir más por el momento.
Creo que fue allí Luis Solari Tudela conoció a Ollanta Humala.
Durante la campaña, el embajador participó en el Plan del Gobierno de Perú
Posible. Acudía a todas las reuniones a las que se le convocaba. Siempre
discreto y atinado.
Hasta que vino la segunda vuelta y había que tomar una decisión.
Nunca dudó. Apostó, junto a un grupo de técnicos del partido, por concurrir al
llamado del candidato Humala. Su nombre y rostro apareció incluso en un spot de
campaña. El costo fue que tuvo que renunciar al partido. Así, después de mucho
meditarlo, envió su carta y se fue. Seguimos viéndonos, compartiendo algún café
y algunas ideas.
Pero, la política tiene a veces sus claros y sus sombras: unos
repliegues y escondrijos que nadie entiende. Unas zonas oscuras donde, un día,
si no te llaman, estás fuera, no existes. Como si cayeras en un pozo profundo,
donde nadie se acuerda de ti. Algo de eso le pasó.
Conversamos varias veces sobre el tema. Lucho se arrepentía de haber
dejado el partido. Lo hizo por honestidad intelectual y moral. El consideraba
que servir a la Patria está siempre por encima que servir a una organización. Y
su participación en el equipo del nacionalismo era una forma de servir a la
Patria. Pero su corazón y sentimiento estuvo siempre con Perú Posible, el único
partido en el que se había inscrito.
Estaba decidido a regresar. Se lo dijo a varias personas. Tenía
intenciones de volverse a inscribirse en el partido y retomar su tarea de
compartir experiencia y sueños. Me lo dijo personalmente. Y se lo dijo a
Alejandro Toledo en octubre del año pasado, cuando en el Congreso de la República se presentó el
Instituto Latinoamericano de Gestión Pública y Liderazgo.
Entre los invitados estaba Lucho. Al terminar la reunión, decenas de
personas buscaron acercarse a Toledo. Lucho se abrió paso y alcanzó a decirle a
Toledo lo que yo ya sabía. Quería regresar. Toledo lo recibió con cariño y le
dijo que por supuesto, porque para él nunca se había ido. Yo aproveché para
tomar dos fotos que grafican ese momento. El tiempo, el destino, la fatalidad, se interpuso en el camino. Y nunca
se pudo formalizar su retorno. Te fuiste, querido Lucho, pero seguirás siempre presente
en el recuerdo de quiénes te conocimos. R.I.P.
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