Finalmente, el presidente Humala se decidió por abrir la faltriquera, no desplegar del todo su abanico del poder y, en movida de solitario, jugar su carta más pesada: Pedro Cateriano.
A diferencia de todos los otros presidentes del Consejo de Ministros de este gobierno, Cateriano proviene de un mazo políticamente puro. Estuvo ligado al Fredemo y luego al Frente Independiente Moralizador (FIM) de Fernando Olivera, quien lo llevó al Viceministerio de Justicia en el gobierno de Alejandro Toledo.
Tiene oficio político, además de formación jurídica y el respaldo de Mario Vargas Llosa. Nada mal para un hombre de 50 años que pensó estar dos meses en el Ministerio de Defensa y duró más de dos años.
A condición de que maneje su talante y humor, su salto al premierato bien puede reflejar el primer paso para que el gobierno recupere la mayoría perdida en el Congreso.
Su solo nombramiento rayó la cancha y dejó juntos a apristas y fujimoristas. Además, no es mucho lo que puede conseguir en este espacio. Por más buenas maneras que exhiba.
Un acuerdo político con el Apra a estas alturas implica un alto costo. Alan tiene una acusación constitucional en ciernes y tendrá que ofrecer más que una sonrisa si quiere salvar la cabeza. No parece ser el espejo en que se ve Cateriano. ¿Un acuerdo con Alan a cambio de un aterrizaje suave de Cateriano hasta el final del gobierno? No.
En el caso del fujimorismo no hay mucho que negociar. La primera fuerza política del Congreso ha hecho sentir su peso y –algo que no hay que descuidar–, hace tiempo que ya decidió no insistir en la liberación de Fujimori. Esa tarea se la dejan a Keiko o a Mauricio Diez Canseco.
El resto de bancadas, en cambio, no necesariamente han sido ganadas al lado oscuro. La censura a Ana Jara fue producto de un descuido como dice The Economics, pero, también, de la soberbia de no saber reconocer un error y admitir las responsabilidades a tiempo.
Y aquí Pedro Cateriano puede desarrollar plenamente sus habilidades. Tendrá que conversar con cada una de las agrupaciones políticas y generar el consenso que le permita construir estabilidad en lo político y confianza en lo económico, algo que requieren los agentes económicos para reactivar la economía.
Si hace bien su tarea, el correlato inmediato será mantener el último año la Mesa Directiva del Congreso. No es imperativo tener mayoría propia para gobernar. Es necesario, sí, nuclear una mayoría congresal. ¿Tarea imposible? No para un político. A condición de que opere con finura y arte. No olvidemos, además, que la política es, en esencia, el arte de lo posible.
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Artículo publicado en Diario 16, el jueves 9 de abril de 2015.
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