(Maquiavelo, El Príncipe, 1532)
El indulto que
el presidente Pedro Pablo Kuczynski otorgó a Alberto Fujimori es un camino sin
retorno. Cambia el escenario. Reacomoda
la baraja.
Su decisión se
basó, qué duda cabe, en la mentira, en el engaño, en la abierta traición a sus
aliados que apenas dos días antes lo salvaron de la vacancia en el Congreso.
Pero, en
realidad, fue un acto ordinario en política. Mucho más corriente de lo que podría
pensarse.
El presidente
sumó, restó y llegó a la conclusión que lo defenestraban, lo expectoraban, lo
expulsaban del poder.
En esas
circunstancias, postreras, angustiantes, el presidente optó por su plan B,
trabajado en solitario, en la sombra: liberar a Fujimori a cambio de que no lo
vacaran.
Para ello tuvo
que traicionar a sus aliados. Pactó con el fujimorismo y al mismo tiempo se
desprendió del grupo antifujimorista que hasta ese momento lo sostenía
precariamente en el gobierno.
El presidente
pudo elegir otro camino. Consolidar el antifujimorismo, ampliar su gabinete y
pechar a los fujimoristas, pero no es su estilo. Prefirió la conversación en
secreto con el ala mayoritaria del Congreso, o una facción de ella -aún no
sabemos.
Lo que sabemos
todos es que el presidente mintió. Le mintió a su bancada, a sus aliados, a sus
asesores, a periodistas amigos y a cuánta persona consideraba –en lo más
interno de su ser–, fuera de su círculo íntimo.
Les dijo una
cosa e hizo otra. Engañó. Fue una acción reprobable, torcida moralmente, pero,
políticamente, echó mano a una herramienta del manual de operaciones. Aunque parezca increíble, hizo política.
Fue una acción
desesperada de sobrevivencia. Eligió el botón de eyección y expulsó a todos sus
aliados para invitar a un nuevo copiloto que le asegure continuidad en el poder.
El presidente
siguió a Maquiavelo. “Cuanto haga un Príncipe por conservar su poder y la
integridad de sus Estados se considerará honroso y lo alabarán todos”.
La principal
preocupación del Príncipe una vez que llega al poder es conservarlo. En este
punto radican las observaciones y recomendaciones de Nicolás Maquiavelo su obra capital para Los Médicis. El objeto de su estudio es el poder.
Pedro Pablo
Kuczynski apeló a la vieja fórmula de Maquiavelo de usar uno de los recursos
que tiene el Príncipe para conservar el poder: el engaño.
Para juzgar su
decisión no hay que pararse en la moral –donde la mentira es detestable,
intolerable, punitiva–, sino en la política, donde no decir la verdad o hacer
lo contrario a lo que se dice es, lamentablemente, la moneda de cambio más
corriente.
“En las
acciones de todos los hombres, pero particularmente en las de los Príncipes,
contra los que no cabe recurso de apelación, se considera simplemente el fin
que llevan. Dedíquese, pues, el Príncipe a superar siempre las dificultades y a
conservar su Estado. Si logra con acierto su fin se tendrán por honrosos los
medios conducentes al mismo”.
Dicho esto,
quiero dejar en claro que el presidente Kuczynski ha saltado de la sartén al
fuego. Su nueva correlación de fuerzas no es segura que lo mantenga en el
poder. Es más, ha logrado nuclear al bloque antifujimorista que lo mantendrá en
permanente tensión vía las protestas callejeras. De la fuerza e intensidad de
la calle dependerá su estabilidad en el poder.
¿Discutible la
actuación del Presidente? Por supuesto. Y censurable. Pero explicable. Entiendo el recurso de la
treta. Discuto el medio, no el fin. El presidente debía conservar el poder.
Pero no creo que el costo que ha pagado, lo valga. A diferencia de lo que
pensaba Maquiavelo, en política, los medios justifican el fin. Es lo que creo.
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