Una vez más el
país vive en vilo, en la más completa incertidumbre, zozobra y agonía
política, ante la inminencia de vacar al presidente de la República, Pedro
Pablo Kuczynski, por incapacidad moral permanente.
Las sucesivas versiones
del primer mandatario, sus millonarias cuentas desordenadas y reveladas —aunque
no del todo esclarecidas—, su renuencia a no diferenciar lo público de lo
privado y la sombra que bordea el conflicto de intereses-,
no abonan en su favor.
Pero, ¿es el
presidente un incapacitado moral permanente? El Congreso tiene que demostrarlo.
No es el presidente el que tiene que demostrar su inocencia. Es el Congreso el
que debe probar lo contrario.
La incapacidad
moral permanente “declarada por el Congreso” es una de las causales que la
Constitución prevé (Art. 113) para expulsar al jefe de Estado del poder. Pero,
para ejercer este mandato, el Congreso debe estar a la altura de
merecerlo. Debe ser éticamente superior a quien va a sancionar.
Hoy el Congreso
puede tener los votos, pero, por lo que vemos a diario, no tiene la capacidad
moral para declarar incapaz moral al Presidente Kuczynski. Tiene la ley, pero
no la legitimidad moral para sancionar al jefe del Estado.
Si estuviéramos
en Estados Unidos, el presidente debería afrontar un proceso de impeachment, sin dudas. Lo acusaría la
Cámara de Representantes; el presidente se defendería en el Senado. Aquí la
Comisión Lava Jato ni siquiera ha emitido su informe final. Recién la semana
pasada lo escuchó.
¿Mintió el presidente
Kuczynski en sus sucesivas declaraciones oficiales sobre sus ingresos, tratos
con Odebrecht o asesorías vía terceros? ¿Se favoreció Kuczynski durante el
tiempo que fue funcionario público con tratos privados de los que sacó ventaja?
¿O solo estamos
ante un eximio asesor financiero que negoció con la empresa privada, que dejó
de hacerlo cuando asumió responsabilidades públicas y le entregó sus empresas a
un tercero, construyó una muralla china, mientras su socio siguió tratando con
esas mismas empresas privadas, para terminar ganando dividendos sobre los que
no realizó trabajo extra alguno?
He ahí el quid
del asunto. ¿Quién debiera probar si hubo delito o no? ¿Este Congreso o la Justicia?
Parafraseando al gran estadista francés del siglo pasado, Charles De Gaulle,
quien sentenciara que la política es un asunto demasiado serio para dejarlo en
manos de los políticos; la justicia es un asunto más serio aún para dejarla
solo en manos de los políticos.
Justicia en manos de jueces, puede que tarde. Pero justicia en manos de políticos, no es justicia. Es un juicio político.
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