En el país se ha puesto en
discusión el tema de la memoria. No la memoria de las personas, sino de la Nación,
de la colectividad, de los hechos que ocurrieron entre 1980 y hoy y que algunos no
quieren aceptar que ocurrieron, o no quieren entender o simplemente quieren
tergiversarlos o negarlos.
La verdad, como la
Historia, es una sola, aunque la mayoría de las veces, en la práctica, existan
muchas “opiniones” y muchas “mentiras”. La historia la escriben los vencedores,
dijo George Orwell. La historia, sí, pero el relato de los hechos, no necesariamente apuntan a la verdad.
En el Perú el proceso post
violencia terrorista no termina. Ni de cerrarse, ni de comprenderse. Mucho
menos de superarse. Es una herida abierta. Lo demuestra el hecho de que exista hoy
un grupo de poder que pretenda alterar la memoria y re-escribir la historia.
En el Perú hubo
terrorismo. Sí. Es una verdad tan grande como el atentado a Tarata. Pero
también hubo asesinatos extrajudiciales a manos de las Fuerzas Armadas contra
campesinos y contra terroristas y allí están Putis, Accomarca y otros para
señalarlo.
Reconocer que se
cometieron delitos en ambos lados no es ser pro terruco. El Lugar de la Memoria (LUM) está allí para recordarnos a todos lo que pasó. No lo que hubiéramos querido
que pase.
Es doloroso reconocer los
hechos de sangre que hubo en nuestro país en nombre de la democracia. Como es
terrible reconocer que hubo grupos organizados que combatieron contra Estado y
el gobierno con métodos terroristas.
Pero es necesario aceptar
los hechos tal y como fueron si en verdad queremos no volver a cometerlos. Acomodar la historia a un plan para hacernos creer que la estrategia anti-subversiva estuvo exenta de crímenes es alterar hoy nuestra memoria corta para afectar la memoria larga.
Hannah Arendt nos enseña que borrar la línea divisoria entre la verdad de hecho y la opinión es una de las muchas formas que la mentira puede asumir.
Hannah Arendt nos enseña que borrar la línea divisoria entre la verdad de hecho y la opinión es una de las muchas formas que la mentira puede asumir.
La memoria larga del país
es necesaria para saber quiénes somos, qué hicimos y a dónde vamos. Tergiversar los hechos,
repetir mentiras de forma permanente o simplemente eliminar aquello que no
reconocemos, puede, de tanto insistir, alterar la memoria larga de la Nación que
es la única que —como ocurre en nuestro cerebro—, consiente almacenar información por
periodos extensos. No permitamos que cierren el LUM.
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