A 45 días de asumir el mandato, el presidente Martín Vizcarra
despliega su estrategia política-comunicacional. Viajes continuos a provincias,
defensa del proceso de descentralización, entrevistas medio por medio,
conversación con todas las fuerzas políticas, fuerte tutelaje de Fuerza Popular
y diferenciación radical, cuando no abierta confrontación, con todo lo que le
recuerde a su antecesor y a Peruanos por el Kambio, el partido que lo llevó al
poder.
Pero, a donde debiéramos mirar es a su política económica,
que es donde se vienen estudiando los cambios que sí definirán el rumbo de este
gobierno.
Las declaraciones del presidente Vizcarra y del premier
Villanueva indican que este podría ser el gobierno del sentido común, de las
generalidades o de las buenas intenciones. Un gobierno que acuña frases con las
que nadie puede estar en desacuerdo. “Las
cosas que están mal se mejorarán y las que están bien se potenciarán”. ¿Quién
podría estar en desacuerdo con algo así?
Estos mensajes
funcionan debido a que el gobierno se encuentra como en un periodo de gracia o
luna de miel que terminará apenas el gobierno empiece a tomar medidas concretas
como, por ejemplo, lo que se viene pensando hacer en materia tributaria.
Subir los impuestos al alcohol, cigarrillos y gaseosas es un
cosa, pero modificar el Impuesto Selectivo al Consumo a los combustibles es
otra. Estudiar modificar el Impuesto a la Renta tiene un sentido, pero gravar
en concreto a los independientes que ganan 3 mil soles mensuales es otra muy
diferente.
El gobierno puede igualmente proponer eliminar las
exoneraciones tributarias que tienen las inversiones privadas en educación,
pero deberá enfrentar el malestar que generará en la población el aumento de
las pensiones universitarias o de institutos técnicos y colegios.
Es una disyuntiva complicada. Por un lado, el gobierno busca
disminuir el déficit fiscal a menos de 3 puntos porcentuales y al mismo tiempo debe
elevar la recaudación tributaria de 12% del PBI, a por lo menos 16% del PBI. Si
no lo hace, podría comprometer en el mediano plazo el grado de inversión que
tiene el país por un aumento del ratio del pago de la deuda externa respecto al
nivel de ingresos que proyecta.
Todo ello dentro de un programa agresivo de inversión pública
y de recuperación de la confianza para promover la inversión privada, que es la
única que realmente genera empleo.
Para soportar todo este paquete de medidas económicas —¿alguien dijo paquetazo?— el gobierno tiene a su favor nuevos aliados
políticos. Los defensores más entusiastas de Villanueva no estuvieron en la
bancada de PPK, sino en el bloque de Fuerza Popular.
Muy pocos se atreven a señalar una alianza política. Pero
coincidencia de objetivos o de pareceres no es. Veremos cómo reaccionan estos
aliados ante las medidas anunciadas en materia tributaria y fiscal. Su
aplicación es inminente. No debe pasar del periodo perfecto de distracción que
nos regalará el mundial de fútbol Rusia 2018. Entonces, ni política ni
comunicación; es la economía. El tiempo es breve. No digan que no se les avisó.
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