Esta semana el fenómeno coronavirus fue más letal con las bolsas en el mundo que con las personas. Los índices bursátiles de las principales plazas financieras cayeron, desatando un pánico generalizado, uno de los factores más difíciles de controlar en una crisis financiera.
Según reportes de Bloomberg, en los últimos días se produjo la mayor caída de acciones desde febrero del 2018. Hasta los bonos del tesoro a diez años retrocedieron hasta su mínimo histórico en 2016.
Mientras las autoridades de salud presentaban la enfermedad viral como una pandemia que cada día gana más terreno en diversos países del mundo, los indicadores financieros parecen necesitar algo más que mascarillas para calmar sus nervios y protegerse.
La primera ola del coronavirus ha repercutido no solo como un tema de salud o política sanitaria, sino como una marea económica que frenó en seco la maquinaria de producción China, el país que más crece en el mundo.
El gigante asiático es el mayor mercado de consumo y producción industrial en el mundo, por lo que demanda materia prima de diversas regiones, como el cobre que producen Perú y Chile que, en conjunto, abastecen el 40% del mercado mundial de este mineral.
Las empresas transnacionales más grandes de los Estados Unidos tienen su centro de producción en China. Procter & Gamble, por ejemplo, ha interrumpido su cadena logística de producción y abastecimiento. Adidas, la reconocida gigante empresa alemana, también ha paralizado su produción. Las principales aerolíneas han suspendido sus vuelos, afectando la cadena hotelera, turística y de entretenimiento en general.
Mientras el gobierno chino realiza grandes esfuerzos para combatir la epidemia, sus principales fuentes de producción farmacéutica han tenido que cerrar. Parece un contrasentido, pero las fábricas de medicamentos de unas 20 provincias afectadas por el coronavirus postergaron su producción hasta después del Año Nuevo Chino.
Similar preocupación existe sobre la producción de teléfonos inteligentes, tablets, computadoras y partes electrónicas, de la que China es una potencia industrial en en el mundo.
La zona Euro, no se escapa del pánico. La afectación de la zona norte italiana —la región industrial— es una prueba de ello. El ausentismo laboral y su primer efecto, el cierre de fábricas, genera una menor productividad y la interrupción de la cadena logística productiva y comercial; amenazando a toda Europa.
El Banco Mundial calcula que si la pandemia sigue extendiéndose el impacto económico podría llagar a 1% del PIB mundial, estimado este año en 3.3%.
Por lo que vemos, hasta ahora el comportamiento del coronavirus ha contagiado más las finanzas que la salud. Sus primeros ataques han sido principalmente las zonas industriales del mundo desarrollado, con la excepción de Estados Unidos y Rusia; economías dotadas de retrovirales muy potentes, al parecer.
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