01 noviembre, 2020

Ola de furia

 

Europa otra vez vive aterrada. La segunda ola del coronavirus ha ocasionado que los gobiernos vuelvan a endurecer las medidas sanitarias. Los bares, restaurantes, discotecas y gimnasios, se cierran. Inglaterra, Francia, Itlaia, Alemania, España y Francia coinciden en la alerta roja.

 

Los que no parecen entender del todo las medidas son los ciudadanos. Cansados, angustiados, desesperados, por más de seis meses de confinamiento, algunos grupos han salido a protestar en las calles.

 

¿Qué los empuja? ¿Qué fuerza los impele a desafiar la muerte? 

 

Lo han hecho, además, con irracional violencia. Incendios y batalla campal.

 

Jóvenes extremistas identificados como de derecha han atentado contra la propiedad privada. Parece un contrasentido. 

 

Su ira refleja que están hartos no solo del encierro, sino de la parálisis económica. Los trabajos no se han recuperado y sienten que el futuro se les escapa de las manos.

 

Entre los objetivos de los iracundos protestantes han estado los bancos y las tiendas de escaparate, las cuales, han vaciado. 

 

Pero también han salido a protestar los viejos. Adultos mayores refugiados, muchas veces abandonados en casas especializadas, que ya no aguantan más. 

 

Y aunque salen a protestar con su barbijo puesto y en filas ordenadas, con pancartas y arengas más bien tiernas como: “Queremos vivir en libertad los últimos días que nos quedan”, muchos, en su desesperación, tiran sus tapabocas frente a las cámaras.

 

La policía ha tenido que contener el desbande usando la fuerza. Y apagando los  incendios callejeros que provocan en diversos puntos. No solo en las capitales, sino también en las regiones.

 

Es como si las democracias europeas hubieran sido puestas nuevamente a prueba. 

 

Occidente se resquebraja, frente a un oriente que parece llevar mejor las expectativas de su población y el regreso a la nueva mormalidad.

 

En el caso de Wuhan, China, no solo han reabierto los negocios y colegios, sino que hasta han vuelto los conciertos y espectáculos masivos.

 

En Europa, en cambio, la gente está harta y furiosa. Los lemas que se corean en las ciudades levantadas lo grafican muy bien: “No queremos bozales, no somos animales”, “la izquierda y la derecha son la misma mierda”. 

 

Y es que la chispa que encendió el descontento ha sido el regreso del toque de queda. La inmovilidad social. 

 

De nada valen los argumentos y cifras que hasta el momento ha generado la pandemia: más de un millón de muertos.

 

Ni siquiera el recuerdo fresco del desborde de los sistemas de salud, la velocidad del contagio o la falta de una vacuna segura este año, disuaden a los protestantes.

 

Los gobiernos culpan a los ciudadanos que bajaron la guardia ante la llegada del verano europeo. Y los ciudadanos a los gobiernos que no parecen ofrecer nada más que recomendaciones básicas... y más distanciamiento social.

 

Estamos avisados en América. Debemos evitar que la segunda ola pandémica se  convierta también en el desborde de una ola de furia contenida.

 

 

 

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