El presidente García ha cumplido con presentar su penúltimo mensaje a la Nación. Lo primero que salta a la vista ha sido la ausencia de autocrítica. Sin ninguna auto-reflexión sobre los hechos de Bagua, más allá de las vidas perdidas, el presidente presentó un discurso más de inauguración de mandato que de rendición de cuentas.
No presentó tampoco formula alguna para crear más empleos que, según los entendidos, es lo que se requiere en una situación de vulnerabilidad económica como la que atravesamos.
Nada sobre el agro y la promoción de productos agroexportables a nuevos mercados. Ni qué decir sobre Ciencia y Tecnología. Cero.
En el plano político, en cambio, García colocó dos temas debatibles: renovar la mitad del parlamento y elegir gobiernos regionales en dos vueltas electorales. Para aprobar estas medidas propuso un referéndum.
La renovación parcial del Congreso mantendrá distraída a la opinión pública y es poco probable que logre consenso en el actual Parlamento. Pero si se convoca un referéndum de consulta con seguridad el mandato será aprobado.
Sobre la segunda vuelta electoral para elegir gobiernos regionales, estamos de acuerdo. El problema seguirá siendo la composición política fraccionada de la Asamblea Regional elegida en primera vuelta. La elección de presidentes regionales en segunda vuelta, en cambio, les otorgará a éstos mayor legitimidad.
El planteamiento de entregar dinero a la comunidad organizada, a los jóvenes, es mucho más polémica, por carecer de explicaciones y detalle de cómo se pondrá en práctica.
En primer lugar, se debe evitar que se produzca un gasto desordenado, antitécnico y populista del presupuesto público.
Si bien necesitamos aumentar el gasto público no podemos ingresar a un carnaval de gastos sin considerar la calidad del mismo.
El riesgo es fragmentar el presupuesto nacional.
Actualmente existen cuatro niveles de gasto del presupuesto: gasto nacional, regional, provincial y distrital.
Si el presidente García está proponiendo un quinto nivel de gasto, entregándolo directamente a las comunidades, corremos el riesgo de hacer un carnaval de gastos que nos podría costar muy caro.
Hay expedientes técnicos, supervisión de obras que es necesario aprobar y realizar el seguimiento para no caer en un desesperado e irresponsable uso de los recursos públicos.
Por otro lado, la fórmula keynesiana de impulsar el gasto público es recomendable cuando los estados se encuentran en recesión, cosa que no ocurre actualmente con el Perú. A fin de año creceremos entre 1 y 2 puntos, lo que quiere decir que, técnicamente hablando, no estamos debajo de la línea roja.
Sin embargo, si se quiere usar a las comunidades como unidades de gasto se debe tener en cuenta lo que se ha hecho en este campo en los últimos años.
La experiencia de Foncodes reformada en el gobierno de Alejandro Toledo puede servir de pauta para transferir recursos públicos a los Núcleos Ejecutores Comunales través de una supervisión técnica de los gobiernos locales.
Otra posibilidad es tomar como referencia a las Mesas de Concertación de Lucha contra la Pobreza que este gobierno ha desaparecido.
Los Núcleos Ejecutores Comunales tienen la ventaja de solicitar al gobierno local las obras que necesitan, pero, además, se encargan de vigilar el buen uso de estos mismos recursos.
Se sabe que el nivel de corrupción es casi nulo en el manejo de recursos a través de los Núcleos Ejecutores Comunales.
Si no tomamos estas precauciones podemos caer en un derroche interesado del siempre escaso dinero público.
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