La sensación más evidente de fracaso del paso de Simon por el premierato es que se va como vino: sin presentar – ni menos aplicar- un plan anticorrupción que necesita el país para airear el aire nauseabundo que invade al gobierno en este tema.
Recuérdese que Simon fue llamado para superar la crisis política que produjo el faenón de los Petroaudios y que involucró al entonces premier Jorge del Castillo y terminó con Rómulo León tras las rejas. Ocho meses después, la computadora del “aceitador” sigue sin abrirse; Del Castillo es nuevamente voceado para regresar al premierato y León está a punto de irse a su casa.
Se dirá que esto corresponde al Pode Judicial, que no corresponde a las funciones de un premier. Y es verdad. Pero la sensación de que Simon fue llamado para detener el avance de la corrupción e insuflar decencia y rectitud al gabinete también lo es. Y ocho meses después, las aguas negras se vuelven en un reflujo gravitacional inevitable.
El decreto de urgencia aprobado en ausencia del ministro de Economía –aprovechando que éste se fue de viaje-, firmado por su reemplazante de turno, el ministro de Educación, compadre del Presidente de la República, mediante el cual se pretende desconocer la licitación de las obras de Taboada para convocar a nuevo concurso –seguramente arreglado-, deja a Simon en un papel indecoroso.
El buen hombre que en el fondo es Yehude Simon, sincero y buenote para la política, con ese candor e inocencia tan propios de los arrepentidos y conversos, no merecía un final tan deslucido. No puede ser que avale con su firma un arreglo de cloaca, literalmente.
Por otro lado, su enfado ante la excarcelación de Rómulo León y su enfrentamiento con el presidente del Poder Judicial, Javier Villa Stein, es una reacción de coraje sincero, pero también señal de abatimiento ante la proximidad de subir a la inevitable horca política. Y una vez más, prueba de que tampoco en este caso su voz se dejó sentir.
Su proyecto de cruzada nacional contra la corrupción no pasó de un tímido spot publicitario –el único que grabó en toda su gestión- el mismo que terminó hecho polvo ante la sensación de manejo de cosas turbias que la población percibe en el gobierno, según todas las encuestas.
De nada le valió al saliente Premier que se salvara de la censura política. El gobierno, en lugar de aprovechar esta circunstancia y dar un giro político a la situación de indefinición y parálisis en la que nos encontramos, utiliza las cortinas caídas del cielo –difundiendo grabaciones del interrogatorio policial a Agencia Meza-, para continuar haciendo “faenones” como la anulación de la concesión de la planta de Taboada o la excarcelación de Rómulo León.
Que la policía haya despedido a Meche Cabanillas con la medalla “Corazón Policial” en el pecho y Yehude Simon haya recibido la suya de manos del Sindicato Único de Trabajadores del Poder Judicial, es sólo una situación paradójica, un chiste cruel de dos de los mayores fracasos de este régimen; coincidencia inequívoca de que en política, las cosas no siempre son lo que se ve, sino lo que parece.
04 julio, 2009
Simon, el adios y el faenón persistente
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