03 junio, 2012

Espinar, la fuerza, el miedo y la violencia


La forma como el gobierno encaró la protesta de los pobladores de Espinar ante la empresa minera Xtrata Tintaya, revela un modelo que ya se vio antes en Cajamarca por el tema Conga: romper el diálogo, decretar el estado de emergencia, bloquear las cuentas municipales y procesar judicialmente a los líderes locales acusados de azuzadores y revoltosos.

Estamos ingresando ante un modelo de gobierno asentado en la fuerza antes que en el diálogo. La fuerza pública acompañada de la fuerza de la ley. El modelo Valdes.

La forma cómo se apresó al alcalde de Espinar Oscar Mollohuanca es sintomática. Un grupo de policías ingresó a la municipalidad provincial y lo sacó a la fuerza para entregarlo al Ministerio Público.

El alcalde fue denunciado por delitos contra la seguridad pública, atentado contra la seguridad común, entorpecimiento al funcionamiento de los servicios públicos y apología del delito. En tiempo record, fue trasladado de jurisdicción y terminó encarcelado 5 meses –de manera preventiva– en el penal de Cachiche de Ica, mientras dura el proceso judicial.

Espinar marca un punto de quiebre en la relación Estado – conflictos sociales.  

El presidente Humala parece haber llegado a la conclusión de que existe una acción coordinada de fuerzas políticas que conspiran contra su gobierno camufladas en un discurso de defensa medioambiental cuando en realidad se oponen ideológicamente a cualquier tipo de inversión privada.

La dificultad de esta forma de pensar es que confunde el accionar violento de las dirigencias de problemas reales de la población: estado ausente en las zonas de influencia de la minería, empresas desvinculadas de programas de desarrollo, falta de información sobre impacto real de las actividades extractivas en las comunidades.

La intermediación del Estado en la resolución de los conflictos sociales es una falencia. Esta tarea está en manos del presidente del Consejo de Ministros, pero ni él ni la Unidad de Prevención de Conflictos Sociales parecen darse abasto para encontrar soluciones negociadas.

La negociación es un proceso de larga maduración. No es una solución inmediata a un problema desbordado. Se requiere voluntad de ambas partes y metodología para acercar posiciones. Pretender el uso de la ley y la fuerza pública en una situación de conflicto, muchas veces, no abre, sino cierra las puertas a la negociación. El actual procedimiento adoptado por el gobierno en el caso de Espinar marca la pauta de enseñar a través del miedo. Pero el miedo es un estado de perturbación que llevado al extremo puede generar una salida aún más violenta.  





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