La visita del primer
ministro chino Li Keqiang será positiva para el país, en la medida que asumamos
que debemos cambiar la inercia comercial que hasta hoy marca nuestra relación
bilateral.
El Perú –al igual que el resto
de América Latina– es exportador de materias primas a China e importador de su
producción manufacturada, cada vez con un mayor componente tecnológico.
China compra el 53% de la
producción latinoamericana de grano de soja (principalmente a Brasil y Bolivia),
el 28% de aceite de soja y el 23% de algodón. Pero, al mismo, tiempo produce el
30% del algodón y del arroz del mundo, el 20% del maíz y el 20% del aceite y
harina de soja.
¿Podemos seguir el mismo
patrón de comercio? No hay nada, por el momento, que indique otro camino.
Lamentablemente.
La construcción de un tren
bioceánico que una el Atlántico con el Pacífico a través de Brasil y Perú (no
se sabe si el trazo final pasará también por Bolivia), con miras a incentivar
el comercio con el gigante asiático, sería parte de este modelo de comercio
mundial.
América Latina, tras 15
años de relativo y desigual crecimiento, ha entrado en un proceso de
estancamiento en el que pese a esfuerzos de algunos países no ha podido dar el
salto hacia el desarrollo industrial.
El tren bioceánico no
cambia esta correlación. Por el contrario, la profundiza. China sigue viendo a
América Latina como un proveedor de materias primas vitales para su
crecimiento. En ese aspecto, no hemos cambiado nada.
¿Corremos el riesgo de
reprimarizar nuestras economías? Solo a condición de que no aprovechemos los
recursos del comercio bilateral y no invirtamos en nutrición, salud, educación,
infraestructura, ciencia y tecnología.
Nuestra balanza comercial
seguirá mejorando. Pero el patrón de intercambio comercial, me temo que no.
Seguiremos siendo buenos
socios comerciales con China en la medida que no cambiemos este patrón de
intercambio. Conforme nos vayamos industrializando, seremos competidores. Esto
lo saben bien México y Brasil que han sentido el impacto de la potencia
manufacturera china en su propio mercado interno y en el de los Estados Unidos.
Nuestro problema es
estructural. No tenemos industria competitiva.
Por ahora, América Latina
seguirá aportando el insumo del crecimiento chino. ¿Por qué nuestros países no
incentivan también la transferencia tecnológica que sin duda posee el gigante
asiático?
Nuestra estructura
comercial básica y la falta de una visión estratégica exterior latinoamericana
con China tienen una misma raíz: nos falta comprender que estamos ante el
embate comercial de un país unido política, económica y geográficamente, como
China. Mientras, América Latina sigue siendo un archipélago muy aplicado pero
desunido.
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Publicado en Diario16 el 24 de mayo de 2015.
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Publicado en Diario16 el 24 de mayo de 2015.
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