En el teatro, la puesta en escena es el elemento más
importante que define su relación con el espectador. Es el espacio en el que se contará la historia; en el que se
despliegan los elementos que impactarán los sentidos y que desencadenarán las
emociones.
La puesta en escena es el lugar en el que convergen, como un
todo armonioso, la escenografía, la música, el color y, por supuesto, los
actores y sus líneas.
Llevados estos elementos a la política, la puesta en escena,
es el teatro de las representaciones. Ayuda a los personajes que detentan poder
a expresarlo, manifestarlo o denotarlo. No es un montaje. Menos una farsa. Es un elemento poderoso de persuasión.
La puesta en escena ayuda a reforzar el mensaje que se quiere
comunicar. Y muchas veces, la propia escenografía, es el mensaje.
Los desastres naturales, por ejemplo, ofrecen marcos ideales
para los personajes poderosos que quieren evidenciar liderazgo, capacidad de
solucionar problemas y dirección. Una iglesia derruida, un colegio en
escombros, un puente por los suelos, establecen, en una sola mirada, el marco
referencial que el hombre con poder busca solucionar de inmediato. La palabra
reconstrucción, por ejemplo, adquiere real sentido en un escenario así.
Si lo que necesitas es comunicar dinamismo y confianza en la
economía, es mejor inaugurar una nueva planta o visitar una gran empresa
exportadora, antes que simplemente poner un mensaje en Twitter. En una inundación, un
jefe de rescate, en el lugar de los hechos, en mangas de camisa y con botas,
comunica mil veces más que una nota de prensa dando cuenta de los hechos.
Inaugurar unas calles está bien para un alcalde, pero no para
un presidente. La puesta en escena es fundamental para transmitir el tipo de
liderazgo que quieres proyectar. ¿Un presidente y sus vicepresidentes trabajan
unidos y codo a codo? Presentarlos cada quien en su propia una anconera, con
uno de ellos sin sonreír, lentes oscuros y sin aplaudir, no es la mejor
escenografía que me comunique esa idea. Todo lo contrario.
La puesta en escena no es un efecto para teatralizar la
política. Es un recurso para remarcar sin palabras la política que queremos
desarrollar.
Siempre que se quiera comunicar algo primero se
debe pensar cómo y dónde lo hacemos. Solo hay que tener en cuenta una cosa más.
Una golondrina no hace un verano. Hacerle seguimiento a la política comunicada
es el complemento perfecto de la puesta en escena. De lo contrario, es solo un
acto más que termina cuando se apagan las luces. La puesta en escena política, no es hacer teatro político. Es
enmarcar el mensaje.
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