24 marzo, 2018

Felipillo político




La sucesión democrática se dio, sin sobresalto ni dramatismo; en medio de un ambiente más bien de pasmosa normalidad, como corresponde a un país de desconcertadas gentes.

Aún así, en medio del marasmo político en que nos desenvolvemos, no debe perderse de vista que aquí hubo una bien montada maquinaria conspirativa, delictiva, rampante, para expectorar al presidente del poder.

La estrategia para sacar de palacio al presidente fue producto de esa parte oscura que se encuentra en el ADN humano y que denota nuestro escalón más bajo en la pirámide biológica: la traición.

No en vano Dante en La Divina Comedia la califica como el peor pecado de los hombres y condena a los traidores al noveno círculo, el último espacio del infierno, junto a Lucifer, Judas Iscariote, Bruto y Casio.

El traidor se alimenta del engaño, la zalamería, la sobonería y hasta de la falsa estupidez, para generar la confianza en la víctima y hacerlo creer que es el zorro cuando en realidad es un cándido conejo, sacrificado por la desleal y cobarde conducta delatora del traidor.

El congresista de Fuerza Popular, Moisés Mamani –el mismo que mintió sobre sus estudios primarios, despidió a su secretaria embarazada y tiene cuentas no pagadas con el Estado– ha pasado a formar parte de esa lista negra, oprobiosa,  de la traición política, cuyas raíces las podemos encontrar en el taimado Felipillo que traicionó a su pueblo para convertirse en vasallo y servil de los colonizadores.

Este neo Felipillo político buscó a sus víctimas. A todas. Una por una. Preparó los instrumentos para grabar y filmar las conversaciones. Rodeó a sus presas, las engatusó y las hizo caer. Ofreció su voto a cambio de granjerías, obras para su pueblo, cuando en realidad solo buscaba emboscar a sus víctimas.

Y lo consiguió. Llegó al parecer hasta al mismísimo Presidente de la República, un hombre desesperado por conseguir votos que hizo mal todo y que, sin embargo, no hizo ni más ni menos de lo que cualquier gobernante hubiera hecho en su lugar: ofrecer el oro y el moro para conservar la cabeza.

¿Actuó solo? ¿Se le ocurrió a él montar este operativo? ¿O hay alguien detrás que maquinó, planificó y ejecutó este protervo plan de infiltrar a un topo para implosionar desde dentro el gobierno?

Si se levantara el secreto de las comunicaciones del congresista y se ordenaran las llamadas, contactos y mensajes, podría probarse la hipótesis de que el susodicho fue solo el instrumento. El brazo ejecutor. El operador. El arma de la traición. Y que el cerebro, con toda seguridad, no está en su cabeza.



1 comentario:

Rafael León dijo...

Excelente tratado del tema. Este nauseabundo "Mamanipillo"debiera ser considerado "la verguenza aymara". Lamentablemente las facciones de este pestilente moral, nos harán dudar de todo aquel que sea físicamente semejante. Me refiero a sus actitudes (para evitar la discriminación).