La corrupción, como un pulpo que lo envuelve todo, ha vuelto a babear en la sociedad peruana. Según una reciente encuesta
nacional urbano-rural de Ipsos, 57% de los compatriotas considera la corrupción
como el principal problema del país; por encima incluso que la delincuencia y la
falta de seguridad.
Esto no ocurría desde el segundo
gobierno de Alan García, el 2010.
Ya el Barómetro de Las Américas señalaba
que la corrupción le pisaba los talones a la inseguridad ciudadana como el
principal problema de la región. En ese mismo sondeo regional, 33% considera que todos los políticos están
implicados en corrupción, mientras el 44% cree que más de la mitad lo está.
Es la factura Odebrecht, sin duda.
Gracias a ella, la corrupción es hoy en América Latina una amenaza
transnacional, lo mismo que el narcotráfico y el terrorismo. Atraviesa todos
los Estados, todas las instituciones, derribando las bases mismas de la
Democracia.
La corrupción desestimula la
inversión privada, retarda el crecimiento e inhibe los esfuerzos para la
reducción de la pobreza. Los líderes políticos que fueron elegidos para tomar
decisiones en nombre del pueblo, pero que, en cambio, roban millones de dólares,
enferman el alma de la gente.
La falta de confianza en el gobierno
deviene entonces en inestabilidad política y ésta en inestabilidad económica,
lo que acrecienta la falta de confianza de los inversionistas. Según el Banco
Mundial, la corrupción es causante de al menos 1,500 millones de dólares en
sobornos cada año. Este mismo organismo considera que el costo de la corrupción
a nivel mundial es del 2% del PBI nacional y en nuestro país, la Defensoría del
Pueblo, calcula esta cifra en 10%.
Ojalá ese dinero se invirtiera en educación,
innovación, becas. Crearíamos mejores estudiantes con capacidad para tener
mejores oportunidades en la vida. Sociedades más incluyentes, menos
complacientes con la corrupción, crean mayor participación de los jóvenes en
sistemas de educación de calidad y en empleo productivo.
Necesitamos una Educación que fomente
habilidades y capacidades que se adapte a los avances tecnológicos, buscando un
equilibrio entre las habilidades cognitivas y las socio-emocionales. Pero
también necesitamos un replanteo moral. La Educación es la herramienta más poderosa
para ese cambio. Es la que forma el capital humano calificado; condición
indispensable para el desarrollo.
Esperemos la presentación del
gabinete Villanueva ante el Congreso de la República. El Plan Nacional de Integridad y Lucha contra la
Corrupción 2018-2021, debe no solo conocerse, sino aplicarse en todos los
estamentos de gobierno.
El presidente Vizcarra tiene la gran oportunidad de hacer realidad el Compromiso de Lima, “Gobernabilidad democrática frente a la corrupción”, firmado recientemente en la VIII Cumbre de las Américas. Y dejar una impronta en su gobierno: reducir el índice de percepción de la corrupción, combatiéndola frontal y diligentemente, apuntando no a los tentáculos, sino a la cabeza del corrupto y viscoso octopus.
El presidente Vizcarra tiene la gran oportunidad de hacer realidad el Compromiso de Lima, “Gobernabilidad democrática frente a la corrupción”, firmado recientemente en la VIII Cumbre de las Américas. Y dejar una impronta en su gobierno: reducir el índice de percepción de la corrupción, combatiéndola frontal y diligentemente, apuntando no a los tentáculos, sino a la cabeza del corrupto y viscoso octopus.
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