La cuestión de confianza aprobada recientemente por el Congreso de la República (77 a favor, 44 en contra y 3 abstenciones), no cierra definitivamente la crisis de poderes. Es apenas el primer capítulo. Una confianza a plazos.
El segundo y definitivo round vendrá tras la forma final que tendrán los seis proyectos de reforma presentados tras su deliberación y aprobación en el Congreso.
Lo único claro es que el Congreso no tiene vocación de mesa de partes. Y que el ejecutivo defenderá la esencia de los proyectos.
¿Aceptará, entonces, el gobierno los cambios que introducirá el Congreso a los proyectos presentados? O, por el contrario, ¿inferirá que los mismos han sido modificados, tergiversados, desnaturalizados? Y si esto es así ¿interpretará que la confianza solicitada no le ha sido otorgada por lo que, la disolución del Congreso, volverá nuevamente a la palestra?
No hay coincidencia en la opinión de los constitucionalistas. Sus razonamientos están en uno y otro lado.
Hay quienes consideran que, aprobada la confianza, se supera el incidente y el Congreso tiene la potestad de reformar la constitución sin que penda sobre su institucionalidad una espada de Damocles. Pero hay también letrados que señalan todo lo contrario y que de alterarse la esencia de los proyectos se entenderá que la confianza otorgada ha sido traicionada y quedará expedito el camino para que el ejecutivo disuelva el Congreso.
Este segundo capítulo, entonces, no se dirimirá por la vía legal-constitucional, sino por el político. El ejecutivo levantará la bandera de que las reformas políticas son necesarias para avanzar en la modernización del país y el legislativo defenderá la autonomía de su fuero en materia de reforma constitucional. Quien venda mejor su respectiva posición ante la opinión pública, inclinará la balanza.
En las próximas semanas sabremos si el espíritu de diálogo y acuerdo que desplegaron varios congresistas durante el primer tiempo de la cuestión de confianza, se mantiene o si, por el contrario, asistimos a un nuevo capítulo de crispación, desentendimiento y choque de poderes, que volverá a zarandear el país. Una confianza a plazos y en dos armadas.
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