Entre trabajar y construir el consenso en torno a las reformas políticas o coincidir con la calle y patearle el trasero al legislativo, el ejecutivo prefirió lo segundo. Estamos a punto de una colisión de poderes. El ejecutivo pretende que el Congreso le apruebe, de manera express, cinco proyectos de reforma política empaquetados en un corsé de tiempo y forma que deja al primer poder del Estado casi como una mesa de partes.
El cierre o disolución del Congreso es inminente. La confianza solicitada por el ejecutivo no puede estar basada en un acto de fuerza. Ni en una atribución que no se tiene. El Art. 206 de la Constitución lo señala expresamente: “La ley de reforma constitucional no puede ser observada por el presidente de la República”.
El presidente carece de la facultad de observar una ley de reforma o modificación constitucional. Si no tiene esta atribución, ¿cómo podría el ejecutivo argumentar que el Congreso ha variado la esencia de una norma de reforma constitucional y, por consiguiente, interpretar que no se le ha dado la confianza?
Un poder no puede reclamar una función que la ley no le faculta. Sin esencia no hay confianza, That´s the question.
Además, ¿ha reparado el ejecutivo en la incongruencia insalvable que existe entre realizar elecciones internas, abiertas, simultáneas y obligatorias para toda la ciudadanía con la finalidad de elegir a los candidatos de las organizaciones políticas (Proyecto de Ley N.- 4187/2018-PE) y el proyecto que elimina el voto preferencial en las listas parlamentarias y establece la alternancia y equidad de género en la composición de dichas listas (Proyecto de Ley N.- 4186/2018-PE)?
Si las organizaciones presentan listas alternas y con equidad de género en las primarias, estas variarán apenas termine el escrutinio de esos resultados. Y si, por el contrario, lo que se pretende es que la lista final presentada a las elecciones generales y parlamentarias tenga el criterio de equidad de género y alternancia ¿para qué hacemos primarias si no vamos a respetar el orden dictado por el electorado?
Lo más sensato es realizar primarias y que se ordenen las listas según los votos obtenidos. Alterar este orden electoral meritocrático traerá más injusticias que remedio.
Una reforma política requiere tiempo, debate más allá de las organizaciones políticas y mucho trabajo para construir consensos. El Acuerdo Nacional puede convertirse en un foro de discusión en el que se expresen los diversos grupos políticos, económicos y sociales. Es la hora de las instituciones. El Tribunal Constitucional debe ser consultado.
Estamos a punto de tirar todo por la borda y entrar a una vorágine electoral interminable. Nuevo Congreso. Referéndum. Elecciones generales. Otra vez nuevo Congreso. Una cosa de locos. Dejemos que este Congreso termine sus funciones y que sea un nuevo Parlamento, el 2021, el que asuma, sin urgencias, ni presiones, la tarea de reestructurar, reformar, modernizar, nuestras reglas de juego y convivencia social. No juguemos con la democracia.
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